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'Hermano no hagan almuerzo que ahora que regrese les preparo un asado'. Con estas palabras Rafael Alejandro Viloria Franco, el vigilante asesinado a piedras en Santa Marta, se despidió de Zacarías, el menor de la familia y quizás la persona con quien más compartía. 'Le gustaba cocinar', recordó.

Precisamente fue él quien le prestó el pasaje para trasladarse a la Urbanización El Parque, en donde había sido citado por una prestamista que le tenía retenida su tarjeta de ahorro y quien le iba a entregar un dinero.

Rafael había llegado el domingo por la mañana a su casa en el barrio María Eugenia, al sur de la ciudad, luego de una vigilia de 24 horas.

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Se quitó el uniforme de guardia de seguridad, preparó el desayuno y se acostó. Tras haber descansado un rato, se cambió y salió en busca de la plata que le entregaría la mujer.

Había transcurrido por lo menos una hora desde cuando salió de la casa, cuando Zacarías fue avisado que a Rafael Alejandro lo habían matado. A partir de ese momento la confusión fue total en la familia.

'¡Qué pasó, si salió contento y con la disponibilidad de pasar un domingo en familia, compartiendo y disfrutando!', era la pregunta que todos se hacían.

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