Con la convicción de que el amor al prójimo es inseparable del amor a Dios, una congregación religiosa en Santa Marta le brinda almuerzo diariamente a un centenar de venezolanos que en su mayor parte laboran en la informalidad.
Esta labor altruista y de alto sentido humanitario, es liderada por Ana Prieto de Berdugo, su familia y miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que tomaron la decisión de ayudar a estos extranjeros, a quienes la necesidad los desplazó de su país.
De lunes a viernes, a partir de las 11:30 de la mañana, se dan cita en la casa del barrio Postobón y en romería se van posicionando de las sillas y mesas acomodadas cual restaurante. Son tantos, que hay que esperar que termine uno de comer para que comience el otro.
Desde las 11:30 de la mañana la casa abre sus puertas. No hay distingo de edades, ni de raza y mucho menos de credo, pues a pesar de la religión que los benefactores profesan, todos tienen cabida y son atendidos por igual.
'Aquí viene el que cree en Dios y el que quizás tiene sus dudas', dijo Ana de Berdugo, líder del solidario programa.
Jenny Buitrago, ‘mano derecha’ de Ana, agregó: 'Queremos hacer lo que hizo Jesús cuando vino a la tierra(...)ofrecer amor'.
Varios de los beneficiarios de esta iniciativa expresaron sentirse agradecidos por la ayuda que les han brindado.
Paola Amador, una joven de 18 años nacida en el municipio Machiques de Perijá, Estado Zulia, dice estar muy contenta porque le 'abrieron las puertas de la casa, pero también de sus corazones'. Amador trabaja vendiendo bolsas de platanitos en la calle.