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Flores naturales y artificiales engalanan las entradas a los diferentes cementerios de Santa Marta. Los mayormente visitados son el San Miguel, localizado en el Centro Histórico de Santa Marta y Jardines de Paz, en Mamatoco. Los accesos a estos espacios tienen como característica singular el aroma y el colorido de las flores.

Para Miriam Pereira Collazos, una mamatoquera raizal, llevar flores y visitar la tumba donde están sepultados sus seres amados es una constante; pero el 2 de noviembre, consagrado como el Día de los Difuntos, adquiere un significado 'muy especial'.

A las 6:00 a.m., con sus hermanos, se traslada al camposanto San Jerónimo, ubicado en el histórico sector de Mamatoco, al oriente de Santa Marta, donde su vecina y amiga de años, Nancy Polo, realiza un rezo.

En tres bóvedas están sepultados su padre Pablo Emilio, fallecido el 14 de mayo de 1990; su hermano Carlos, el 30 de diciembre de 2000, y su madre, Estela, el 8 de marzo de 2008.

Confiesa que la muerte de esta última fue la que le cambió la vida. 'Desde hace 8 años, luego de que mamá muriera, guardo un luto que será eterno', anota.

Expresa que la tumba 'tiene que estar reluciente' y explica que por eso el día anterior a la especial fecha contrata a su amigo Emiliano Gutiérrez para que la pinte con 'esmalte resistente' al sol y a la lluvia.

'Hay quienes me preguntan si no me canso, que por qué permanezco tanto tiempo en el cementerio y yo solo les digo que lo hago porque siento que estoy más cerca de ellos, de mis padres y mi hermano', dice.