Compartir:

Todo lo que pasa en la vida tiene un propósito. Esa frase ha retumbado en la mente de la barranquillera Kelly Narváez durante el último año tras vencer la batalla contra el cáncer, aunque en medio de esa ardua lucha le fueron amputadas parte de sus extremidades.

A sus 37 años, esta mujer está a pocas horas de cumplir el sueño de casarse con Raúl, a quien considera el amor de su vida. En víspera de su matrimonio, Kelly rememoró el camino que ha transitado para encontrar la paz interior tras haber superado esa difícil prueba.

“Hace unos días me hicieron una prueba de médula ósea como de costumbre para tratar de ver todo el tema de mi hemoglobina, pero salió todo negativo, entonces siento que no hay ningún cáncer. Me siento sana y he pensado mucho últimamente en que desde que me diagnosticaron hace un año atravesé todo un proceso que ahora veo por qué sucedió, entonces todo han sido bendiciones por parte de Dios para mi vida”, aseguró Narváez.

Esta mentalidad positiva le ayudó a salir adelante en lo que se puede denominar su peor momento, cuando una mala transfusión de sangre le llevó a perder parte de sus piernas y manos.

“La sangre que me pusieron en la clínica estaba contaminada y mis piernas y brazos se colocaron negros, así que tocó amputarlos. Esa es la versión que tengo de los hechos por parte de mis familiares, porque yo realmente estaba inconsciente al momento de la transfusión y no recuerdo nada. Fue un momento muy fuerte cuando me desperté y quise levantarme y no podía. Ya nosotros habíamos tenido muchas transfusiones y esta era la primera vez que pasaba algo así”, contó.

Tras este suceso, a Kelly le indicaron que debería iniciar un proceso de quimioterapias, a pesar de considerarlas innecesarias por su estado de salud.

“Me revisaron si tenía ganglios en mi cuerpo y me mandaron quimioterapia en el peor caso, pero si antes cuando me quitaron las piernas no tenía nada, ahora mucho menos. Los doctores quieren repetir los exámenes, pero estoy bien.

Yo soy una mujer trabajadora, me dedicaba con mi papá a cuestiones de madera y mercancía, ahora me rebusco comercializando uno que otro producto y haciendo rifas. Uno se cansa de estar sentado en una silla de ruedas, por lo que tengo que estar activa para no aburrirme y hasta deprimirme”, dijo.

Su fe en Dios ha sido el motor que le ha llevado hacia dónde está hoy: alistando los preparativos para su boda y viviendo cada día con alegría y agradecimiento por todas las bendiciones que tiene.

“Para Dios nada es imposible, mi familia y mi esposo oraron mucho por mí, para que me salvara porque ni mi hígado y mi riñón estaban funcionando, así que fue un milagro que no muriera; esto ayudó a que mi esposo se acercara a Dios también, porque cuando lo conocí hace 15 años recuerdo que no sabía mucha de la vida, mi niñez fue muy rígida y nunca me habían dejado tener novio, pero ya me entregué por completo esa persona que creyó en mí desde el primer momento”, aseguró Nárvaez, cuya historia fue resaltada durante un concurso hecho por un hotel de la ciudad durante la celebración del Día de la Madre.