Basándose en estudios científicos, entidades de orden mundial han divulgado un mensaje de manera reiterada durante las últimas décadas: la Tierra se enfrenta a una emergencia ambiental, reflejo del uso desmedido de los recursos naturales. Este panorama es descrito por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como una 'triple amenaza', integrada por el calentamiento global, pérdida del hábitat para algunas especies –y su consecuente riesgo de extinción– y la contaminación, que 'continúa envenenando nuestro aire, tierra y agua'.
Revertir este efecto negativo de las acciones del ser humano, de acuerdo con las Naciones Unidas, es un proceso complejo –pero necesario– que implica transformar economías, hábitos y sociedades, en aras de hacerlas 'más justas y respetuosas con la naturaleza'. En algunos territorios, como en el departamento del Atlántico, además de las iniciativas institucionales, este objetivo se ha empezado a desarrollar a partir de acciones individuales en determinados entornos.