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El Paseo Bolívar muestra su rostro más coqueto y renovado de los últimos años. El impacto visual es innegable. Por fin se quitó una desorganizada y caótica máscara. Y ahora soplan vientos alisios. Tras el ‘renacimiento’, los más dichosos, revitalizados y alegres por la transformación son los comerciantes del sector y los transeúntes que diariamente recorren las calles de este icónico y –por lo general– transcurrido punto de la ciudad, quienes aprobaron la gestión Distrital en materia de recuperación.

El cambio, propiciado por el traslado de cerca de 300 vendedores estacionarios, es de 180 grados. Los andenes, que durante muchos años estuvieron repletos de chazas y baños públicos, volvieron a estar despejados y aptos para cumplir su función: un espacio idóneo para el caminante. Ya es historia la muralla generada por la oferta de ropa, frutas, peluquerías y puestos de comida que le restaba visibilidad a la colonial infraestructura de algunos edificios y, de paso, a los cientos de locales comerciales que ahí estaban establecidos. Muchos de ellos, a los que ni el más barranquillero de los barranquilleros, conocía en realidad cómo era su fachada, su color original o, en varios casos, sus razones sociales, pues estaban escondidos o bajo la sombra de una maraña de quioscos.

El embellecimiento y mejoramiento, al menos en materia de libre circulación, por el Paseo Bolívar era una tarea pendiente y una de las solicitudes más repetitivas de la comunidad. Logrado el objetivo, un acuerdo pactado entre todas las partes, las sonrisas han vuelto -sobretodo- a los rostros de los añejos administradores y dueños de empresas que hace varias décadas se instalaron en la capital del Atlántico buscando un mejor porvenir.