Las puertas de Barranquilla se abrieron de nuevo. De manera legal. Ya es posible volver a tomarse unas cervezas con los amigos, parchar en un bordillo con el compadre de siempre hasta altas horas de la noche y visitar al familiar que está al otro lado de la ciudad en un fin de semana sin preocuparse por recibir una multa.
Han vuelto los picados de fútbol a todas las esquinas, el sector recreativo trabaja a mayor capacidad y los niños y jóvenes, de a poco, hacen presencia en las instituciones educativas de la ciudad para continuar – de manera presencial– con sus procesos formativos.
Ya no es necesario, por ahora, andar pendiente del número de cédula. Hay entre comillas vía libre para recuperar la vida social. Palabras más, palabras menos, la capital del Atlántico trabaja con luz verde, por parte del Gobierno nacional, para ser un ejemplo en el país como una ciudad piloto en materia de reactivación, un proceso que incluye a distintos sectores de la economía como lo son los gremios educativos, culturales, económicos, de entretenimiento, entre otros.
La noticia ha despertado esperanza y alegría en una incalculable parte de la población barranquillera por las buenas nuevas que son para muchos recuperar, así sea con restricciones más flexibles, lo que la pandemia ha arrebatado con efecto acordeón. A veces la ciudad se abre, pero al rato se cierra.