El plan es sabroso de por sí. Una ‘vaina’ linda para el que le gusta la vida de pueblo. Lo único malo es el inclemente y cruel sol ribereño que fatiga y somete al más acostumbrado a su poder, pero la estadía y/o espera antes del viaje se compensa con la fresca sombra debajo de cualquier árbol que haya a la vista y el olor poderoso, penetrante y seductor que desprenden los fogones de leña. Hay variedad si el estómago gruñe y se goza del tiempo para calmarlo. Por un lado está la mojarra roja frita, el pargo y la sierra.
Por el otro están los menús corrientes, la chuleta de cerdo o la exótica sopa de ojo de vaca, un manjar que no está hecho para todo el mundo y menos si minutos después se va a montar en una chalupa. Si sentado y está 'mal alimentado', según muchas matronas, el plato pone a sudar frío a más de uno, piénselo dos veces si luego va a tener un traslado al otro lado del departamento en medio de una balsa de madera.
Igual aunque el tiempo apremie, las opciones siguen estando al alcance de cualquier mano. Un desfile de empanadas y arepa de huevo cautiva hasta el contratista más ajeno al placer de los fritos y que, por alguna razón, terminó lejos de las tierras frías del interior del país y movilizándose por los rincones más recónditos de la región Caribe a bordo de un ferry o johnson, una opción de transporte intermunicipal que sigue más viva que nunca.
Y es que a pesar de los avances en materia de infraestructura, el aumento de opciones para ir de un lado a otro, cualquier queja de las embarcaciones, mal pronóstico y los golpes a la economía y restricciones que fueron ocasionados por la pandemia del coronavirus, dentro del corazón de Puerto Giraldo y Sabanagrande la demanda de movilizaciones fluviales hasta el Magdalena sigue estando a la orden del día. Hay oferta y demanda.