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Las drogas la consumieron. Vivía en un mundo de enajenación mental y condiciones lamentables, ahogada en una botella de pegamento, presa de una vida a la cual desde niña recibió sentencia.

Maribel Gutiérrez un día fue llamada ‘Bazuquita’. Muchos la conocían por habitar en la calle 72 y sus alrededores, arrastrando su cuerpo para poder desplazarse, la mayoría de veces con un envase de goma en la mano. No es tan popular como la estatua del Joe, el parque Suri Salcedo, el Elías Chegwin o el Romelio Martínez, pero se convirtió en parte del paisaje de ese sector.

La comunidad le temía, pues ‘Bazuquita’ solía ser agresiva y grosera. En sus rabietas partía los vidrios de los carros, se paraba en la mitad de la calle y a veces le pegaba un susto a cualquiera.

Todo comenzó cuando era pequeña. Maribel vivía con su hermano y su madre. Su mamá era conocida como ‘la Zarca’ y obligaba a sus dos hijos a trabajar. Maribel y John Alexander (su hermano), a quien apodaban ‘Bazuquito’, salían casi todas las noches vestidos de blanco a cuerpo entero para lucir simpáticos y causar emoción mientras bailaban ante los borrachos de los estaderos cercanos.

Al final de cada jornada le entregaban el dinero a ‘la Zarca’, quien les decía que si no le llevaban las ganancias no les daría comida. Asegura Maribel que su mamá consumía bazuco y que a ella y a John Alexander los enseñaron a drogarse.

En algún momento de la historia de los dos niños su madre dejó de acompañarlos, pues según la historia popular un padrastro que tuvieron la mató de un martillazo.

El tiempo pasó y estando más solos que en cualquier otra ocasión, esos dos niños que bailaban para ganarse la vida pasaron a ser ‘Bazuquita’ y ‘Bazuquito’, unos habitantes de la calle consumidos y flagelados por una vida llena de impasses.

Maribel probó todas las drogas, así lo asegura. Y es que su habitancia en la calle bajo el consumo de sustancias ocupó aproximadamente 30 años de los 45 que dice tener.