Con mucha delicadeza inserta pequeñas piedras de mármol en el nylon. Guayas, broches, piedras y alfileres son los insumos infaltables en cada clase de la profesora Mónica Arenas. Una artista empedernida que tiene como norte ayudar al prójimo mientras disfruta de su gran amor: la bisutería.
Arenas es madre cabeza de familia, y Barranquilla la adoptó como hija hace más de 10 años luego de que abandonara su natal Bucaramanga.
Según narró a EL HERALDO, hace casi dos años enseña el arte de la bisutería, proceso que inició 'por un propósito de Dios'.
Mencionó que estas manualidades son el resultado de una ardua labor por parte de las manos de sus creadoras, mujeres privadas de la libertad en el Centro de Rehabilitación Femenino El Buen Pastor de Barranquilla, en cabeza de su Directora, Ofelia Díaz Pedroza.
'Me capacité en el área de bisutería, trabajé en varios almacenes de insumos y ahí me enamoré de este arte. Conocí a una persona que trabajaba en esta cárcel y me ayudó a entrar allí para enseñarles a ellas. Yo sentía ese llamado a servir, llegué de forma voluntaria'.
Para esta noble labor, Arenas no solo utiliza las piedras y los hilos elásticos para enseñarle a las reas sobre las artesanías, sino que también remueve dentro de ellas ese poder que tienen y que se ha visto opacado por su estancia en este sitio. 'El objetivo es que cada vez que yo me reúno con ellas les llevo un mensaje de esperanza, de que crean en sus capacidades y que pueden mejorar sus vidas. Cuando salgan podrán demostrar que todo lo que aprendieron en ese lugar les sirvió para su futuro en libertad'.
A pesar de su vocación por la docencia, es consciente que debe anteponer su paciencia en cualquier situación ya que contó que 'cada una vive de manera diferente sus procesos. A muchas les genera ansiedad su realidad por lo tanto hay que saberlo manejar'. Esas historias ajenas a su dimensión la han enriquecido. Arenas teje cada pieza con amor porque siente gran regocijo al saber que hace lucir hermosas a sus clientes.