Graciela Guzmán Osorio sufre de una artritis crónica, solo puede caminar con cierta comodidad con la ayuda de unas muletas y padece las complicaciones a diario de que los dedos de sus manos sigan deformándose y trazando un doloroso norte hacia los huesos de su muñeca. Sus males no han parado y parece que con el pasar de los años nuevas articulaciones de su cuerpo han sido afectadas. La hinchazón y rigidez siguen ganando la batalla a causa de una enfermedad sin cura.
Gregorio Valera tiene la mitad de su rostro sin sensibilidad, sus ojos son un equipo disparejo y casi siempre se enfocan en sentidos contrarios, tiene una voz que no es la de él y soporta, como puede, las secuelas de un tumor cerebral. Le gusta hablar mucho, pero poco se le entiende. Es inquieto, mucho, pero se le dificulta caminar. Todo un freno de mano a su ímpetu.
Zaida Beleño Granadillo, una mujer de bajos recursos, sufrió hace nueve años un accidente automovilístico que a la postre terminó influyendo en la amputación de una de sus piernas. Es joven, pero en una ciudad donde no hay infraestructura ideal para personas de su condición y escasean las oportunidades para salir adelante todo se le hace más cuesta arriba.
Los tres en mención vienen de barrios y hasta países diferentes, tienen costumbres y carencias socioeconómicas distintas, pero en medio de sus problemas hay un común denominador que los une: el amor, empeño y trabajo que le ponen a la creación de piezas artísticas (aretes, manillas, cadenas, muñecas collares, etc) con el objetivo de progresar en todos los sentidos y demostrarse a sí mismos que son capaces de cualquier cosa en la vida aunque su cuerpo funcione a 'media máquina'.
Sus proyectos, que iniciaron como un pasatiempo para darles algo de alegría a sus días, hoy tienen aires de microempresa y han recibido el espaldarazo de la Alcaldía Distrital, a través del Centro de Oportunidades, para darse a conocer más y llegar a nuevos mercados.