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Cuando Thomas Paba Díaz conoció que su médico y sus padres contemplaban la posibilidad de que le trasplantaran un corazón artificial, lo único que dijo fue: 'yo quiero un corazón de verdad'. No porque temiera convertirse en una especie de híbrido entre humano y robot —como a algunos niños de 10 años podrían, creativamente, pensar—, sino porque había escuchado el millonario costo de una de estas prótesis, muy difícil de asumir para su familia.

No era una decisión fácil de tomar, sobre todo teniendo en cuenta que, por una parte, la pandemia causada por el nuevo coronavirus había dificultado, más de lo normal, los procesos de trasplante de órganos biológicos. De otra parte, no podía seguir viviendo sin un nuevo ejemplar de este órgano. Thomas no vio otra opción y en eso demostró que, efectivamente, tenía un corazón más grande que los demás.

Para entonces, principios de abril de 2020 y en plena cuarentena por la COVID-19, Thomas no había podido ponerse al día con las clases virtuales, como lo estaban haciendo sus compañeros de Quinto Grado, pues llevaba más de dos meses hospitalizado con un diagnóstico de miocardiopatía dilatada idiopática, una enfermedad que aumenta el tamaño del corazón al punto de impedirle bombear la sangre que el cuerpo necesita.

Según su mamá, Yuleini Díaz Noguera, él era un niño 'completamente sano', amante del fútbol y seguidor del Junior de Barranquilla; pero una gripa, de esas que suelen ser producto de las brisas barranquilleras en diciembre, le derivó en una sorpresiva enfermedad.

'Yo estaba viviendo en Santo Domingo, Ecuador cuando pasó todo esto. Había llegado a Barranquilla, donde vive con su papá, para visitarlo durante la Navidad. Entre el 28 y 29 de diciembre le dio una gripa, pero no pensábamos que esa gripa iba a ocasionarle la cardiopatía dilatada', contó su mamá, de 28 años, a EL HERALDO, asegurando que 20 días después aparecerían nuevos y más alarmantes síntomas.

Buscando un diagnóstico preciso

Dolor de estómago, mareos y vómito fueron debilitando a Thomas, quien fue llevado a un centro médico en la capital del Atlántico para que le trataran una aparente gastritis; sin embargo, los medicamentos no hacían efecto y solo generaron en el niño una fuerte retención de líquidos y la imperiosa necesidad de ser trasladado a otra clínica.

Así fue como llegó al hospital Adelita de Char, donde la atención médica tomó otro rumbo cuando decidieron practicarle un electrocardiograma. 'Ahí se dieron cuenta que el niño no tenía gastritis, sino un padecimiento del corazón', explicó Yuleini, que para ese momento había ido y vuelto de Ecuador.

'Vieron que el corazón se salía del espacio en el que debía estar y lo trasladaron a la Clínica de la Costa. Allá dijeron que supuestamente tenía unas venitas averiadas que debían ser operadas, pero que era necesaria una máquina de ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea) que solo tenían en la Fundación Cardiovascular de Colombia (FCV). Así fue como terminamos en Floridablanca, Santander', relató.

Ocho días más tarde y tras decenas de análisis y exámenes, a Thomas le fue diagnosticada la miocardiopatía dilatada idiopática que, si bien en algunos casos genera una debilidad leve en el corazón, según Javier Castro Monsalve, jefe del servicio de cardiología pediátrica de la FCV, 'en el niño, el corazón estaba severamente afectado'.