Compartir:

Tras haber recorrido un par de celdas desde el 2016, cuando fue condenado a más de cinco años por tráfico de droga, el ‘Patón’ llegó en junio del año pasado a la que sería su última ‘guarida’ antes de volver a respirar el aroma de la libertad. Desde entonces, empezó su conteo regresivo.

En días casi que idénticos, este barranquillero, de 32 años y criado en el barrio Boston, buscaba mantenerse ocupado en actividades que, además de generarle algunos dólares, le regalaban la sensación de que las manecillas del reloj daban la vuelta más rápido y, así, agilizaba la llegada de su partida (12 de marzo del 2021).

En su tarea de quemar tiempo, repartía el día entre el ejercicio, trabajo, estudios para conseguir el título de bachiller, las reuniones en la cafetería durante los tres platos, el deporte y las tertulias en el ‘dayroom’ (salón social).

¿Qué podía cambiar?, ¿acaso es posible estar más confinado de lo que se está, por naturaleza propia, en una prisión?, ¿algo podía ser más monótono para él?

Todo era rutinario, pero normal, hasta que llegó lo inimaginable: un virus que generaría una emergencia sanitaria, económica y social en todo el mundo, incluyendo las más de 104 hectáreas en las que está construida la Rivers Correctional Institution, una prisión federal de baja seguridad, ubicada en Carolina del Norte (EEUU).