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Morral en la espalda y con la comida fresca, Juan Carlos Angulo agarró un puesto al final de la fila. De su casa había traído un sánduche y una botella de agua, que tenían que aguantar hasta que terminara su misión. Estaba solo, pues ninguno de sus amigos lo había podido acompañar. Rodeado de extraños, en una calle del centro de Barranquilla, se dispuso a ver pasar el tiempo.

Tan lento, como si las propias manecillas del reloj no quisieran moverse, pasaron los primeros minutos. A las 5:30 de la tarde, con cerca de 16 horas de anticipación, había cerca de 500 personas por delante de él. Una eternidad, si no era más, le aguardaba a este joven, y a todos los que -momentos después- se ubicaron detrás de él.

Entre venezolanos y colombianos, cuyas nacionalidades poco importaban en la infinitas hileras que se extendían frente a los edificios de la antigua Registraduría y del Banco Popular, en Barranquilla, eran muchos los que estaban mentalizados a pasar la noche. A pesar del frío, el hambre, y la constante sensación de inseguridad, no se podía perder el puesto, porque de hacerlo no había otra oportunidad para ubicarse en la fila. No era solo el plazo, que venció el pasado miércoles 27 de noviembre, o la imposibilidad de asistir por los trabajos, cuyos días de descanso eran limitados. Era el miedo de moverse de la línea, de medio salirse del puesto, para que el de atrás se adelantara y así -respaldado por los centenares de personas- se apoderara de la posición, restándole unos pocos minutos a las horas de espera.

El martes, en horas de la tarde, un centenar de personas se ubicó en una sola fila que le daba la vuelta al viejo edificio. Frente al centro de servicios, atiborrado de día y fantasmagórico de noche, estos hombres, mujeres y niños se aglomeraron para tomar el turno que les permitiría, al día siguiente, recibir una cita que les permita -varios días después- presentar sus credenciales para solicitar los documentos de migración que requieran.

Algunos requieren la naturalización de sus hijos, nacidos en Venezuela, pero de padres colombianos, o los trámites para recibir la cédula colombiana. Todo, con el objetivo de poder inscribir a los menores a los colegios y de integrarlos al sistema de salud del país. También, para tener los documentos que les permitan trabajar sin ningún tipo de inconvenientes en territorio colombiano.

La situación. Así como Juan Carlos, que tuvo que esperar más de 12 horas para que le llegara su turno, miles de colombianos retornados y venezolanos tuvieron que dormir a la intemperie, pasar frío y hambre, para ser atendidos. En el mes de noviembre, se hizo común para los comerciantes y transeúntes ver las largas filas casi que el día entero; hileras integradas a veces por familias, ancianos y niños, que -para poder ingresar- tenían que soportar todas esas condiciones.

'Yo hice las filas para poder solicitar mi cedula de ciudadanía colombiana. La cita que solicité hace como dos semanas me la habían dado para el 21, pero por la cuestión del paro me la dieron para hoy (ayer), por lo que vine a presentar los documentos', contó Juan Carlos Angulo.

Cifras. Según cifras de Migración Colombia, en el Atlántico hay 136.419 venezolanos, que componen la cifra de 1.488.373 que hay en el país, según el último reporte del 31 de agosto.

En el departamento residen cerca del 10% del total de ciudadanos del vecino país, siendo este el cuarto con mayor presencia venezolana en Colombia, detrás de Bogotá, Norte de Santander y Antioquia.

Debido a esta situación, y a lo complicado del trámite, son varias las personas que han sabido aprovechar las circunstancias, con el objetivo de 'ganarse unos pesitos'.

Uno de ellos, conocido como Victorino, un hombre de 64 años, se rebusca haciendo la fila para los trámites. En un día bueno -contó- se puede ganar hasta $60.000, pero hay veces 'que no le alcanza ni para la comida'.

Así como los que hacen la fila afuera de la vieja Registraduría, Victorino duerme en las calles, hasta que consigue el dinero suficiente para pagarse un hotel, o una pieza en el centro de Barranquilla. Una vez -dijo-, uno de los funcionarios de Migración Colombia lo vio en la fila y lo invitó a entrar, alegando que por su edad tenía prioridad. 'Me dañaron el negocio', contó entre risas. 'Yo les dije que no tenía problema en hacer la fila, pero me hicieron entrar'.

De igual forma, varios ciudadanos denunciaron que para la realización del trámite y la necesidad de testigos durante la entrega de documentos, hay personas 'prestando su apellido', haciéndose pasar por familiares, para así superar ese filtro. 'Yo los he visto', dijo una anciana que prefirió no revelar su nombre. 'Cobran hasta 50.000 por el día, y hacen la fila con uno y se hacen pasar por los familiares. Yo entiendo que lo hagan, porque muchos no tienen familia en Colombia y ese es uno de los requisitos', agregó.

Aunque, corroboraron algunos de los que salieron de sus citas el día de ayer, 'Migración Colombia tiene ciertos filtros para estos testigos, por lo que ese sistema ya no funciona, aunque muchos lo sigan intentando'.

Con el pasar de los días más ciudadanos venezolanos y colombianos retornados seguirán presentándose a las citas, esperanzados de recibir -de manera rápida- sus documentos y papeles.