Jorge Alberto Rodríguez y Yoledis Fernández se sumieron en un fuerte abrazo. A su alrededor, sus familiares más cercanos y vecinos contemplaban, anonadados, lo que sucedía frente a sus propias narices. Entre la algarabía, los aullidos de asombro y el barullo del chisme, el sonido del repicar de los martillos, con los que los bomberos y personal de la oficina de Gestión del Riesgo golpeaban las paredes, puertas y ventanas de la casa, opacó completamente cualquier ruido que retumbara en el lugar, una calle llena de piedra y barro en el barrio Siete de Abril, en el sur de Barranquilla.
Unas horas atrás, mientras dormían con total tranquilidad en la medianoche, protegidos bajo un techo de zinc de la inclemente lluvia y de la fuerte brisa que retumbaba contra las paredes delgadas, Jorge Alberto, esposo de Yoledis, había decidido mover la cama hacia el costado izquierdo de la vivienda, con el objetivo de protegerse a él y a su pareja de una posible tragedia.
Y la corazonada terminó siendo cierta, pero la calamidad no pudo ser evitada. Cerca de las 12:30 de la madrugada, cuando Jorge y Yoledis estaban en el séptimo sueño, las paredes del sector izquierdo de la casa se vinieron abajo, producto de los deslizamientos de tierra, que han llevado -incluso- a los vecinos a construir pequeñas trincheras con costales llenos de arena para proteger las casas que fueron construidas en una zona de alto riesgo, según el mapa del Distrito.