Ventas ambulantes, llanterías, peluquerías a cielo abierto, talleres de mecánica y más de 10 puestos de venta de pescado ocupan actualmente el espacio público de la avenida Las Torres, en los límites entre Barranquilla y Soledad.
Transitar por el lugar significa tener que sortear no solo las ventas callejeras, sino las basuras que se acumulan en varios puntos del separador vial, generando mal aspecto, malos olores y una evidente contaminación.
Los habitantes indican que aunque la situación se viene presentando desde hace varios años, con el paso del tiempo se ha ido proliferando la invasión del espacio público.
'Cada día se vuelve más difícil transitar por aquí, los negocios van en aumento y no hay control sobre ellos', dice Marina Guerrero, habitante del barrio Las Gaviotas.
A lo largo de 500 metros del bulevar es posible encontrarse con grandes ollas sobre fogones de leña. En una se cocinan las mazorcas de un negocio y en la otra un habitante de la calle prepara su propio alimento.
Sobre el mismo separador, un hombre y una mujer construyeron, con madera, plásticos y lona, una vivienda. El sitio es una acumulación de desechos y materiales que recrean el comedor y la sala de una casa. También se puede observar un tendedero donde cuelgan la ropa y una improvisada cocina de leña.
'Ese cambuche que armaron esas personas da un mal aspecto a nuestra comunidad y las autoridades no han hecho nada para desalojarlos', señaló Vialis Oviedo, habitante del barrio Villa Cecilia.
Bajo la torre de energía. Una de las torres de energía que ha hecho famoso este lugar ha servido de techo para uno de los sitios de comida conocido como La Mona, en donde, bajo 110 mil voltios, la gente llega a comer 'el mejor pescado de Las Torres', tal y como lo anuncia su letrero que también invita a consumir jurel, sierra, mojarra y bocachico 'fresco y sano'. A pesar de las condiciones extremas que ofrece este comedero, taxistas, transeúntes y motociclistas se apresuran a elegir una mesa a la hora del almuerzo, buscando, paradójicamente un corrientazo de $8 mil que incluye sopa. Los mesones en cemento, atiborrados del tizne que produce el fogón de leña se mezclan con el olor a aceite quemado y a pescado frito, que para sus comensales, parecen pasar a un segundo plano.
Del otro lado, de la torre de energía, sobre el separador vial hay una aglomeración de negocios de venta de pescado crudo y otros restaurantes, construidos con tablas de madera y retazos de zinc, que acumulan desechos, producto de la preparación y venta del alimento.
Fernando Marín, habitante de Los Laureles, dijo que el agua con la que limpian el pescado y las escamas son tiradas en la calle, y que esto es lo que ocasiona los malos olores y la proliferación de la moscas.
Riesgo. Sobre el negocio en la torre de energía, en abril pasado EL HERALDO hizo una radiografía de la zona y habló con expertos, quienes se pronunciaron sobre el inminente riesgo al que estaban sometidos comensales y trabajadores del lugar. Los consultados explicaron que una torre de 110 mil voltios y 80 megavatios, equivale a abastecer de luz eléctrica a 40 mil viviendas de estrato 1, por lo que se podría generar una descarga eléctrica.
Mientras que la Alcaldía de Soledad, a través de su Secretaría de Planeación, aseguró en ese mes, que los negocios estaban inventariados y que serían desalojados por el riesgo al que estaban sometidos clientes y trabajadores.
Ayer nuevamente se consultó a la Alcaldía para conocer por qué no han sido reubicados estos vendedores en un sitio seguro, pero no se obtuvo ningún tipo de respuesta.