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Como en una carrera contrarreloj estudiantes, docentes y trabajadores cruzan la autopista al mar, a la altura del kilómetro 11, en el sentido Barranquilla-Cartagena, porque en este tramo no hay más opción que esquivar dos barandas de unos 50 centímetros de alto que fueron instaladas en el separador vial.

En la zona hay dos colegios, el Idphu y el Gimnasio Altamar, que reúnen a una comunidad integrada por unas 3 mil personas. Ambos reclaman un puente peatonal que les garantice una mejor movilidad, según lo manifestó Marietta Morad, rectora del colegio campestre Idphu.

Los estudiantes optan por cruzar en grupos para hacer más visible su tránsito, ante las decenas de vehículos que en promedio circulan a velocidades que superan los 60 kilómetros por hora. Teniendo en cuenta que esta es una vía con características de autopista, dice un trabajador de la zona.

Para la profesora Luisa Rolong, regresar a casa se ha convertido en una verdadera odisea. Después de salir de clases entre la 1:00 p.m. y las 3:00 p.m. debe sortear los buses y automóviles de un lado de la vía para llegar hasta la primera baranda, con un morral en la espalda y a veces con libros en las manos; pero eso no es todo, Luisa lleva una prótesis en su pierna izquierda y usa las manos para apoyarse sobre la baranda, al tiempo que inclina la mitad de su cuerpo. Son entre 10 y 15 minutos los que le toma esta hazaña que se ha convertido en su reto diario.

'Es un riesgo al que estamos sometidos, porque además hay una pequeña curva que dificulta ver los carros, sobre todo, en el carril en el que se ubica el colegio'.