Bajo el cuadrado perimetral de una torre de energía de 110 mil voltios y 80 megavatios, que según expertos podría abastecer de luz eléctrica a 40 mil viviendas de estrato 1, continúa funcionando un restaurante.
En este restaurante popular el 'corrientazo' no alude precisamente al tipo de comida que ofrece, sino al peligro inminente al que están sometidos los comensales y trabajadores de este lugar, pues según expertos consultados, si esta torre de alto voltaje llegara a sufrir algún daño provocaría una descarga eléctrica que podría ser letal.
A Ángela, una de las meseras, parece no preocuparle esta situación. Apenas se acerca un consumidor no habitual, lo aborda y le anuncia que 'el menú es dictado', haciendo alusión a la falta de una carta para presentar los platos que se ofrecen en ‘La Mona’, un restaurante que ofrece principalmente pescado. Este es uno de los siete establecimientos que funcionan a lo largo de 500 metros en la Avenida Las Torres, en Soledad.
Vestida con un uniforme del Fútbol Club Barcelona, un gorro blanco que cubre su cabeza y unas chancletas tres puntadas, la joven mesera aborda a los clientes de manera inmediata. La mayoría conoce el menú; a otros les repite, casi que de manera mecánica, los tipos de pescados que quedan para la venta.
'Hay mojarra, bocachico y chivo, eso es lo que tenemos, todo lo demás fue vendido el Jueves y Viernes Santo', asegura.
La joven, que se mueve rápidamente entre las ocho mesas rectangulares que están repartidas por todo el sitio, se seca el sudor con el antebrazo, mientras llega hasta la improvisada cocina ubicada a unos escasos metros, a la vista de los comensales.
Mesones en cemento, atiborrados del tizne que produce el fogón de leña, tazas de gran tamaño llenas de ensalada de lechuga, pescado crudo, calderos de arroz y una olla negra que evidencia su largo recorrido en el lugar, son parte de este escenario, en el que las moscas también logran colarse, sobre todo en las carnes de res, cerdo y pollo que reposan en un mesón a la intemperie.
Lo anterior, parece no preocuparles a los consumidores. La mayoría son motociclistas que se apresuran a buscar una mesa, pedir una jarra de agua de panela y empezar a despinar la mojarra, el plato predilecto en los pedidos.
Yuca cocida, bollo y aguacate son parte del incentivo adicional que ofrece ‘La Mona’, apelativo que hace honor a la dueña del negocio y que ofrece platillos desde los $4 mil, hasta los $12 mil.
El pescado está listo
Faltan 15 minutos para el medio día, y el lugar que desde las 6:30 de la mañana recibe a sus clientes, no deja espacio a sus trabajadoras para descansar. Los comensales vienen y van, mientras tanto en la avenida, el tráfico empieza a congestionarse. Los pitos de los buses, los taxis y las motos se mezclan con el sonido del aceite caliente que indica en el imaginario que la mojarra, el bagre o el chivo están dorándose, para pronto ser devorados.
Como pez en el agua. Efectivamente, han pasado cinco minutos y Ángela se mueve como pez en el agua, lleva una bandeja en la mano derecha y en la izquierda una jarra transparente con agua de panela que no alcanza el máximo color de este endulzante, pero que las meseras ofrecen como tal.