En la casa de Silfredo Rodríguez hay un cementerio. Sobre las mesas, bajo las ventanas y apilados en todos los rincones hay televisores, o al menos lo que queda de ellos. Desde hace más de 40 años se dedica a arreglarlos, a intentar devolverles la vida.
Desde su taller, ubicado en el corazón de la Cuchilla de Villate, este hombre de 62 años repara más que pantallas, controles y sistemas eléctricos. Gracias a su liderazgo, la gente del barrio sueña con un futuro brillante, lejos de la oscuridad de la delincuencia y la drogadicción.
Sus manos arrugadas no solo han trabajado cables y fuentes de poder, también han construido calles, pintado paredes y martillado puertas. Sus ojos negros han visto chispas y aparatos al igual que lágrimas, cadáveres y sufrimiento. Su sonrisa blanca, fácil y fresca, ha sabido sonreír, pero también consolar y aliviar penas.
Silfredo ha vivido toda su vida en Cuchilla de Villate y espera morir ahí, en el barrio que lo vio crecer. Además de arreglar televisores, lucha todos los días para mejorar las condiciones de vida de los cerca de 2.500 miembros de su comunidad. Como presidente de la Junta de Acción Comunal su misión es ardua, pero su optimismo es más fuerte.
Con las abarcas puestas sale todas las mañanas a recorrer el barrio, escuchando las necesidades de sus habitantes. En Cuchilla de Villate, ubicado en el sur occidente de Barranquilla, hay problemas con el servicio eléctrico, suspensiones en el flujo de agua potable y basuras por todos lados. Aun así, Silfredo destaca lo positivo: su gente, quienes a pesar de todo se mantienen con esperanzas de tener un mejor futuro.
'Destacar algo positivo de Cuchilla de Villate es complicado', reconoció con tristeza. 'Lo mejor que tiene el barrio es su comunidad, que se mantiene unida y optimista frente a toda la problemática social que vivimos', dijo.