Cuando el cielo se tornaba amarillento, impulsado por el sol que le daba paso a la luna correspondiente al proceso del atardecer, Guillermo Ruiz pedaleaba en su bicicleta azul, con algunas piezas oxidadas, sobre la calle Murillo a la altura de la carrera 8, rumbo a su lugar de trabajo, ubicado en la carrera 45 con la calle 45.
Desde lejos se le vio juicioso con respecto a la seguridad vial: iba por la orilla de la carretera, vestido con pantalón largo, suéter gris combinado con franjas blancas, zapatos negros cerrados, gafas oscuras, gorra negra con la que se protegía del impacto de los rayos del ‘astro rey’ en su rostro, un bolso ajustado en la parte de atrás de la bicicleta, un casco rojo y un chaleco de malla salmón con reflectivos.
Sin embargo, ese panorama tan perfecto alrededor de este hombre de 60 años, quien no superaba los 20 kilómetros por hora de velocidad, se derrumbó cuando se aproximaba al semáforo en rojo de la carrera 8C, el cual le da prioridad a la comunidad de ese sector que suele utilizar el sendero peatonal.
Mientras que los conductores de una van roja y un taxi ‘zapatico’ se detuvieron detrás del cruce con franjas blancas, el ciclista continuó su trayectoria, tomando el riesgo de atropellar a un transeúnte que a las 5:10 de la tarde se desplazaba por ese sector de Barranquilla.
Esta acción la repitió en el semáforo siguiente, a pesar de ser una zona donde constantemente cruzan adultos mayores y niños que acuden a un centro de salud y rehabilitación cercano.
Solo el semáforo localizado en la intersección de la avenida Murillo con carrera 14 fue capaz de detenerlo. Y con la intención de conocer el motivo de su manera de conducir, con la seguridad en cada pedaleo, pero con la osadía en cada semáforo que ignoró, EL HERALDO lo abordó y su primera respuesta fue una sonrisa nerviosa.
'Me pasé los semáforos en las esquinas peatonales porque son fáciles, no significan tanto riesgo. Ojo, solo me paso los peatonales cuando no hay personas cruzando, pero si veo a alguien atravesando, entonces me detengo', manifestó el ciclista, quien proviene con su bicicleta desde La Candelaria, cerca de Granabastos y finalmente reconoció que está obrando de una manera inadecuada.
Agregó que 'no lo volveré a hacer, porque es peligroso para mí y para la gente que va a pie'. Al menos esa promesa la cumplió en la siguiente esquina de la carrera 17, donde sí se detuvo y fue testigo de cómo otro ciclista siguió de largo sin importar la señal.