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Farina Velásquez está sentada en un bordillo colocándose unas zapatillas de fútbol rosadas. Mientras ata los cordones, una de sus uñas pintadas con esmalte morado se enreda de un hilo, sacude la mano y se pone de pie. 

Un grupo de mujeres, hombres y niños la siguen. Unos le dicen José Luis y otros Farina, al tiempo que le hacen barra para verla entrenar. '¡Esa juega mejor que yo!', dice un adolescente mientras caminan hacia una improvisada cancha de tierra del barrio Florida en Sabanalarga. 

Hace poco más de una semana a Farina 'le quitaron' la ilusión de jugar en un equipo de fútbol femenino. 'No puedo creer como en pleno siglo XXI todavía exista esta estupidez', dice la joven de 19 años mientras se acomoda la pantaloneta y agrega: 'Eso no tiene más nombre, eso se llama discriminación', asegura.

Velásquez agarra un balón y hace piruetas, se detiene para acomodarse una gorra y comenta: 'La gente es envidiosa, yo quería participar en el equipo de ‘Las chicas Nike’, pero no me dejaron jugar por estar en un cuerpo de hombre. Me dijeron que en mi cédula, en la parte que indicaba el sexo, decía masculino y por eso era imposible que formara parte del equipo'.

Farina lanza el balón al aire y se lo pasa a un compañero. 'Yo juego más delicado que las mujeres de esos equipos. Allí ellas dan codazos, patean y demás. Yo juego más como una mujer, con estilo y delicadeza', dice al momento que hace una pausa para ser fotografiada.

Farina posterior al entrenamiento toma un descanso. Se recuesta sobre un árbol y cuenta, con la mirada fija al balón, que tiene sueños 'grandes'.

'Mis sueños y metas no tienen límites. Quiero ser licenciada en Educación Física, pero también quiero dedicarme a la danza. Actualmente tengo dos escuelas donde preparo artísticamente a 60 niños. Con todo esto solo quiero crecer para ayudar a mi mamá y todo el que pueda', narra la joven, al tiempo que con una sonrisa señala: 'Guardo la esperanza de poder ver algún día en el Junior a un jugador trans'. 

Jorge Vizcaíno, organizador del evento deportivo ‘Más deporte para construir futuro’ que se lleva a cabo en Sabanalarga, de septiembre a diciembre del presente año, señaló que Farina le manifestó que quería formar parte de uno de los 8 equipos del torneo, pero su respuesta fue 'que gestionaría' la participación. 'Yo no le cerré esa posibilidad y le manifesté que consultaría la petición con los entrenadores, pero 7 de ellos manifestaron que las condiciones de hombre podrían suponer una ventaja sobre las mujeres. Hice todo lo posible para que pudiera pertenecer al equipo, pero la mayoría decidió que no. Bajo esa razón ya no pude hacer nada', manifestó Vizcaíno, quien aseguró no descartar la posibilidad de realizar una competencia donde tengan cabidas 'personas diversas'.

'Prejuicio colectivo'

Para el director de Caribe Afirmativo, Wilson Castañeda, lo ocurrido en la deliberación se debió, como lo denomina la sociología a un 'prejuicio colectivo' debido al argumento de la superioridad por ser físicamente un varón.

'En este caso se desconoce que el género es una construcción social y cultural que es asumida por la persona y al ella enunciarse como mujer y al iniciar una identidad y expresión de género de la persona correspondiente por eso debe ser reconocida como tal; pero ellos validan (entrenadores) su decisión con una percepción excluyente ante lo que ella representa; creyendo, que su construcción de género es solamente externa y que no la equipara integralmente a lo que ella se siente: Una mujer integralmente', explica Castañeda. 

Es un error pensar, dice el director de Caribe Afirmativo, que la composición anatómica de una persona es fija y que determina su rol social. 'La anatomía es dinámica y por ello los cuerpos se pueden ir adaptando con sus expresiones a la identidad de género que la persona en el libre desarrollo de su personalidad va asumiendo'. 

'La superioridad machista' también juega un papel de 'dispositivo excluyente y prejuiciosa internamente', pues unido a los prejuicios por su identidad o expresión de género, hay una especie 'de castigo social a las mujeres trans por renunciar a la masculinidad y todos los privilegios que ello significa'. 

Así las cosas, Castañeda evidencia que hubo tres argumentos por lo que no se le permitió a Farina ingresar al torneo. 'Por un lado le negó su identidad de género pensando que el no haber nacido anatómicamente como mujer se le niega la posibilidad de reconocerse como tal'. 

El otro argumento es que desconocer su expresión de género, más allá, de que su documentación no haya terminado el trámite, es sugerente, pero no es necesario para el reconocimiento social. 

Y el tercero va ligado al imaginario de que socialmente las personas 'deben ajustarse a las normas', que en este caso son excluyentes 'porque piensan en la anatomía de las hembras pero no en la construcción social y cultural de las mujeres y los hombres que va más allá de los dispositivos biológicos'.