Como un coro musical, cuyos integrantes coordinan el tono y ritmo de su voz, se escuchan a lo lejos los trinos de cientos de pájaros enjaulados, cuando apenas amanece en Barranquilla.
Desde las 5:00 de la mañana de cada sábado, los vecinos madrugadores de la Ciudadela 20 de Julio son testigos de la ‘procesión’ de aproximadamente 300 personas, quienes provienen de barrios vecinos como Carrizal y Tcherassi, entre otros, sosteniendo con la palma de una de sus manos las jaulas en las que mantienen a canarios rositas, chirris y finos.
Entre los barrotes de aluminio y bordes hechos con madera bambú, materiales con los que construyen las celdas de 35x30 centímetros, el pájaro se mueve de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo en señal de desespero, como si el andar apresurado de su amo lo llenara de miedo.
Un madero de escaso grosor, pero bien pulido, es su principal apoyador dentro de la jaula, gracias a que se cruza diametralmente entre las laterales. Otras de las piezas que conforman su espacio son los recipientes donde tienen depositado el agua y el alimento.
Ante este panorama llegan en medio de la bruma y la leve brisa fría de la madrugada a la esquina de la carrera 1B con calle 47 y se despliegan en el amplio sendero peatonal que rodea a una iglesia católica con el nombre de la Santa Cruz. Allí el ambiente es de plaza, donde los moradores comparten el vecindario con máquinas oxidadas de un gimnasio improvisado, a escasos metros venden hortalizas y frutas que los comerciantes promocionan a punta de gritos confundidos con los trinos de las aves.