Como si fuera una película de terror, con la mayoría de luces parpadeando y en algunos casos en completa oscuridad, se vive un recorrido por la ESE Hospital Universitario Cari de Alta Complejidad. El sonido que produce el monitor cardiaco y que se escucha en cualquier centro médico es nulo acá. Predomina el sonido de la brisa chocando con las ventanas o el de un gato maullando en el primer piso.
EL HERALDO recorrió cada uno de los siete pisos y el sótano del hospital, y logró apreciar el abandono, la oscuridad y la decadencia que este tiene.
En el sector del sótano se encuentra la Unidad de Recepción de Pacientes (Urep), que por el estado físico da la impresión de que hubiese pasado un huracán o un terremoto: hay parte de las paredes en el piso, camillas en un rincón y no cuenta con servicio de fluido eléctrico y de aire acondicionado.
'Esto lo iban supuestamente a mejorar, pero lo que hicieron fue dañarlo y dejarlo así hasta el momento', contó una enfermera, que por seguridad, prefirió omitir su identidad.
En el poco espacio que queda en el lugar y que hace dos años era utilizado para la llegada de pacientes, sea estables o en estado crítico, solamente hay dos camillas para reanimación, dos para consulta y una de tiraje.
Pero ninguna de ellas, según la funcionaria, están aptas para ser ocupadas por un paciente y por tanto, los remiten de inmediato a otro piso del edificio.
En el otro extremo de este mismo piso se encuentra la Unidad de Cuidados Intensivos Neuro, inaugurada en 2016 y la que nunca arrancó, según manifestó un médico, que pidió reserva de su identidad.
'Esto no comenzó porque nunca se le cambió el contrato al operador', anotó.
Luego, al intentar subir hacia el último piso, de los tres ascensores en el hospital, solamente uno funciona.