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Barranquilla no es una ciudad amigable con las personas discapacitadas. En todas partes se encuentran obstáculos que ponen en peligro a las personas con alguna condición de discapacidad.

Así lo percibe José Gabriel Garnica López, un barranquillero de 64 años que estudió cocina y desde hace dos décadas la diabetes le quitó la vista. Desde entonces, ha dedicado su vida a desarrollar sus 'ocho sentidos' y, literalmente, a ver lo que ocurre a su alrededor con otros ojos.

Al principió pensó que por su condición de discapacitado nunca más volvería a realizar labores cotidianas como trabajar, tomar un transporte público o ir a mercar. Sin embargo, cree que su persistencia y la capacidad de percepción que ha desarrollado le permitieron aprender a desenvolverse y a ser autosuficiente, no solo en su vivienda, ubicada en el barrio Miramar, sino también cuando sale a las calles para enfrentar el mundo.

La aventura en las calles

Cuando José Gabriel se dispone a salir de su apartamento, ubicado en el primer piso de la torre 3 del conjunto residencial, lo primero que hace es coger el bastón que guarda sagradamente detrás de la puerta.

El primer obstáculo lo encuentra justo cuando sale del pasillo de la torre. Catorce escalones inclinados lo esperan y él los sortea rápidamente. Con su mano derecha va midiendo la distancia entre escalón y escalón, y apoyado con su mano izquierda sobre la baranda, baja las escaleras hasta llegar otro punto en el que deberá bajar una decena más.

Aunque el lugar en el que vive no está diseñado para personas con limitaciones físicas, José Gabriel –quien vive con su compañera sentimental, su mamá y una hermana- se mueve como pez en el agua por todas las áreas comunes de la edificación. Su buena actitud frente su discapacidad se refleja en cada uno de los saludos que ofrece a todo aquel que se encuentra en el camino.

Cuando ya está en la calle camina sobre el andén bordeando la edificación hasta llegar a la esquina. Allí debe cruzar la calle, que es bastante transitada, para poder llegar a uno de los paraderos de Transmetro.

Su estrategia es esperar a que no sienta, ni escuche ningún vehículo cerca. Cuando eso ocurre, baja el andén con cuidado y atraviesa la calle con prisa, siempre con el bastón por delante, su guía para cada paso que da.

Si un carro se acerca cuando él está a mitad de la vía, frena y espera a que vuelva a estar en un lugar seguro. Sin embargo, José Gabriel admite que muchas veces es ayudado por personas para cruzar de manera más rápida al otro costado.

'Esta ciudad no es una amigable con las personas discapacitadas. En todas partes encuentro obstáculos que me ponen en peligro. Pero afortunadamente, nunca me ha pasado nada grave más allá de una caída o un golpe', cuenta José.

Al llegar al paradero de Transmetro trata siempre de ubicarse justo en frente donde se estaciona el alimentador. Cuando llega el bus se monta como si se supiera los pasos de memoria, paga el pasaje como cualquier ciudadano y se ubica en las sillas que dispone el sistema para personas embarazadas o con algún tipo de discapacidad.

'Tristemente al barranquillero le hace falta mucha cultura. Muchas veces estas sillas están ocupadas por personas sin ningún tipo de discapacidad, y aunque yo no tengo problemas con ir de pie, la gente siempre exige que me den el puesto', precisa José.

Durante el viaje en alimentador de Transmetro, cuyo destino final es la estación Joe Arroyo, José tiene memorizada cada una de las calles, inclusive, cada uno de los huecos y semáforos por los que pasa la ruta.

Al bajarse en una de las paradas, la que está ubicada en la carrera 46 con calle 94, José Gabriel debe sortear el hecho de que no hay andenes porque estos están ocupados por los vehículos particulares que allí se parquean.

En ningún tramo del trayecto recorrido hay instaladas rampas o ayudas para los discapacitados. Sin embargo, José Gabriel avanza, poco a poco, hasta llegar a su destino.

Pero este barranquillero no solo utiliza el sistema de transporte masivo. 'A veces también tomo taxi, me gusta ir conversando con los conductores para indicarles por qué calles se tienen que meter para llegar a donde vivo', manifiesta.

Más ayudas para los suyos

Aunque José Gabriel Garnica asegura que no necesita ayuda monetaria, aclara que las autoridades locales deberían brindarles más apoyo a las personas en condición de discapacidad.

'Hacen falta más programas de inclusión y más ayudas para todas aquellas personas que de una u otra manera tienen limitaciones', manifiesta este hombre de 64 años que dice que tiene pensado realizar charlas y actividades para personas que perdieron su visión, con el fin de que aprendan a ser autosuficientes.

Mientras tanto, José Gabriel asegura que seguirá su vida, como si nada hubiera pasado. Continuará haciéndose café por las mañanas, revisando su portátil, poniendo películas en su televisor, incluso, manipulando su celular a través de comandos de voz. 'Son dones que no sabía que tenía. Esto demuestra que nadie se puede rendir', manifiesta José, mientras busca una receta de cocina en internet para prepararla el fin de semana.