A Alejandro Puente las deudas lo tienen como uno de esos muñecos de Año Viejo que descansan en las esquinas de su barrio: ‘llevao’ y con pocas fuerzas. En este año que hoy despide, los cobradiarios fueron su principal tormento, le ocasionaron dolores de cabeza y por eso quiere que esas cuentas pendientes ardan en fuego y sean cenizas antes de que llegue 2018.
Ese deseo explica por qué la residencia donde trabaja, en el popular barrio Rosario, esté custodiada por un motorizado ‘armado’, con casco y chaqueta negra, relleno de sábanas usadas, cortesía de los moteles de esa cuadra.