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En el Monumento a las Mariposas Amarillas -- que en la glorieta de la Vía 40 con carrera 46 conecta con el Museo y el Parque Cultural del Caribe--, en el Paseo Bolívar, en La Cueva, en el hombre que vende agua de coco y en el que viste camisas coloridas como las que él llevaba, en el tipo de los zapatos blancos sin medias que baila en los estaderos, en el buen cine, en la foto graciosa, en la exagerada narrativa de los chistes colombianos, en el amor, en el desamor, en la tragedia, en lo irreal, en la soledad y en la amistad, en el tecleo de cada palabra que se escribe, en el río y en el mar, y en lo más profundo de la vida vive Gabo. Y en Barranquilla, está por donde usted se asome.

No nació para pasar inadvertido y fue en esta ciudad en donde Gabriel García Márquez muestra de manera continua una escritura impetuosa, que llena de asombro al mundo, cual realismo mágico.

Tenía las ganas de dar a conocer su prosa, que resultó como un espejo del hombre latinoamericano, acogida de manera definitiva como una narrativa para el alma universal.

Este hombre caribe que un 10 de diciembre de 1982 en Estocolmo pronunció su discurso 'La soledad de América Latina', para recibir el Nobel de Literatura, llegó de paso a Barranquilla por primera vez con sus abuelos maternos. Estaba próximo a cumplir tres años de edad. El calendario marcaba el año de 1929 y su padre, que ejercía como homeópata, había instalado una farmacia a pocas cuadras del Paseo Bolívar.

El negocio fracasa y los progenitores regresan a Aracataca, donde Gabo, ya estudiando primaria, y junto a sus abuelos había conocido el hielo y visitado en Santa Marta la Quinta donde murió Simón Bolívar, que más tarde fue inspiración para su novela El general en su laberinto. De la figura del Libertador también tomó escenas para el personaje de Aureliano Buendía en Cien años de soledad.

Gabito, como le llamaban desde niño, primer hijo del célebre telegrafista de Aracataca, Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez, llegó por segunda vez a Barranquilla por el nacimiento de su hermana Aida Rosa, autora del libro Gabito, el niño que soñó a Macondo (2013).

Barranquilla empezó a ser de manera ascendente la tribuna de las inquietudes literarias de G.M.M. Todo empieza cuando llega procedente de Sucre, en 1938, a bordo del vapor ‘Capitán de Caro’.

Al ingresar en 1940 a primer grado de bachillerato le publican versos titulados 'Bobadas mías', en la revista Juventud, del Colegio San José, plantel que funciona ahora con el nombre de Instituto San José, en el Centro de la ciudad de Barranquilla, frente a la Biblioteca Departamental Meira Delmar, calle 38 con 38B.

No es exagerado señalar que Gabo también mantuvo por siempre en su corazón otros puntos cardinales de la ciudad como el Barrio Abajo, donde vivió con sus padres y hermanos en una casa denominada el ‘Castillo de Boyé’. Por ese populoso barrio, en busca de algunos pesos, pintó letreros para la tienda El Tokyo.

Después de conocer la helada temperatura de la ciudad de Zipaquirá, Boyacá, en donde recibe diploma de bachiller, y de vivir en Bogotá, en la Avenida Jiménez con la octava, empaca maletas y regresa a Barranquilla en 1949, un año después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán.

Retorna tras haber iniciado estudios de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia y paladeado la emoción de ver publicado en El Espectador su primer cuento titulado 'La tercera resignación'.

Al despuntar el quinto día del mes de enero de 1950, llega a la primera sede de El Heraldo, en la Calle Real. El periodista y escritor Alfonso Fuenmayor le facilita la entrada mientras que Juan B. Fernández Ortega le otorga un generoso espacio para que escriba bajo el seudónimo de Séptimus la columna 'La Jirafa', en alusión a quien fue el gran amor de su vida, Mercedes Barcha, con quien se casó en 1958 en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, situada en la Avenida Olaya Herrera.

Durante su estancia en El Heraldo, además de escribir editoriales y dedicarse a todos los oficios del periodismo, escribe inclusive un capítulo de su segunda novela La Hojarasca, y en sus columnas empieza a mencionar personajes y situaciones de Cien años de soledad.

Como consagrado escritor visita en varias ocasiones la sede actual del periódico, calle 53B#46-25, para saludar a Juan B. Fernández Renowitzky, entonces director del diario, con quien compartió salón de clases en el Colegio San José.

Gabo vivió en pleno Centro de la ciudad (calle 32 #40-81) en Residencias Nueva York, llamada también El Rascacielos porque tenía una azotea desde donde se divisaba el Paseo Bolívar y otro de los sitios que él frecuentaba, la Lunchería Americana.

Esta urbe conocida como La Puerta de Oro fue también su marco referente para contarle después al mundo literario que hizo parte del Grupo de Barranquilla, donde debatió en tardes, noches y amaneceres con intelectuales locales como Vinyes, Cepeda Samudio, Fuenmayor y otros. La bohemia era hablar y leer sobre cómo era la escritura de Hemingway, Faulkner, James Joyce, Virginia Wolff y otros.

Fue el bar La Cueva, que funciona ahora como restaurante y sede logística del Carnaval Internacional de las Artes -- en la esquina de la carrera 43 con calle 59 -- en la larga Avenida 20 de Julio, el punto de encuentro para esos intercambios intelectuales en los que participaron entre muchos otros el pintor Alejandro Obregón, Enrique Grau y la flor y nata de la cultura colombiana que allí confluía para beber de la espontaneidad y el goce de la creativa generación que incubó un cambio en las letras colombianas.

García Márquez fue revelando también su temperamento, y como pregonero del mamagallismo mostró que la sangre caribeña es capaz de adentrarse en la vida con una risotada, que se puede escuchar hasta en las montañas aunque esté sopesando el más trascendental de los análisis.

Ese bebedizo fue también parte de su estilo literario para que lo inimaginable se volviera fantásticamente real. Empezó Gabo a potencializar en Barranquilla cuanto lo marcó en la niñez como atento escucha de los cuentos de sus abuelos, de sus tías y de su maestra Rosa Fergusson, por ejemplo, cuando desde la atiborrada sala de redacción del diario El Nacional, que funcionaba en el Paseo Bolívar con la 38, escribe el cuento 'Un día después del sábado', donde menciona el Hotel Macondo y algunos personajes de la que fue su novela de renombre mundial Cien años de soledad.

Con 'Un día después del sábado' obtuvo su primer premio literario, concedido por la Asociación Nacional de Escritores y Artistas de Colombia, en 1954.

Antes de ese momento, también en Barranquilla, el autor de Doce cuentos peregrinos marcó territorio como jefe de redacción del semanario de carácter literario-deportivo Crónica, entre 1950-1951.

Pero no todo era trabajo, aunque todo apuntaba a mantener conversaciones referentes a su oficio periodístico y de escritor, G.G.M. frecuentaba con su combo literario el bar El Jappy, el Café Roma, la Librería Mundo, de Jorge Rondón, y La Tiendecita en la carrera 44 con 62 donde se consiguen todavía 'pasteles con ave de corto vuelo', 'chuletas dietéticas' y 'deditos curucuteadores'.

La casa Art Deco donde vivió a poetisa Meira Delmar, en la esquina de la carrera 64 con 74, donde todavía hay en su jardín 'florones de mayo', fue también lugar de tertulias de Gabo con la intelectualidad. Alli fraguó lazos de amistad que con ella se prolongaron fraternalmente por siempre. En el mismo nivel tuvo como amigo a Álvaro Cepeda Samudio, enlazados por la inteligente chispa de ambos y de sus voraces ganas por internarse en la narración.

Además, de varios puntos de la geografía colombiana, pero en especial de Barranquilla, Gabo escogió a los artistas y amigos que asistieron a la ceremonia de su consagración como Nobel de Literatura. La cantante Lourdes Acosta, el coreógrafo Carlos Franco y su ballet folclórico hicieron parte de la comitiva Caribe así como Totó La Momposina, Rafael Escalona y los Hermanos Zuleta, entre otros.

Quienes han profundizado sobre su obra literaria coinciden en que la huella de Barranquilla quedó plasmada en alta frecuencia en la novela Memoria de mis putas tristes, donde aborda el tema de la vejez desde el prisma de personajes y lugares referentes de esta ciudad en distintas épocas: el Barrio Chino, la negra Eufemia Tenorio, las brisas y El Teatro Apolo, por citar algunos. Pasa el tiempo y viene un camino de gloria, de publicaciones que son traducidas en todos los idiomas. Luego toma la senda de la enseñanza del cine y del periodismo. Además ve consolidado junto a su hermano Jaime y Jaime Abello su sueño de abrir las puertas de la Fundación Nuevo Periodismo, FNPI, en Cartagena.

Gabriel García Márquez da el paso al más allá a sus 87 años de edad. Pero este colombiano inmortal, miembro del boom latinoamericano, que fue feliz e hizo feliz al mundo con su laberinto estilístico, que defendió a capa y espada la misión del periodismo, que se identificaba con el transeúnte y hasta con el taxista, que le sacó la lengua a la fotógrafa Yomaira Grandett cuando hizo clic para la posteridad de una foto en las calles de Cartagena, vive desde siempre en el corazón de cada colombiano.

De Barranquilla se puede decir que nunca se fue, aunque estuviera en México o en Cartagena o estuviera recibiendo homenajes en cualquier parte del planeta. Gabo siempre hizo mención de la cultura caribe de lo valioso que fue para su vida su contacto con esta tierra, una vivencia que se tornó universal.

No en vano fue consagrado como un Quijote de nuestro tiempo por la Real Academia Española, (Cartagena 2014) en la celebración de los 50 años de su novela macondiana, sus 80 años de vida, los 60 de su primer cuento publicado ´La tercera resignación´ y el 25 aniversario de haber sido laureado como Nobel de Literatura.

Gabo está vivo en la dimensión terrenal de las clases de literatura colegiales, en las sesiones poéticas de cada semana, en los talleres de lectura, en las bibliotecas, en las cátedras universitarias, en el vendedor de libros, en la familia, en la migración, en la guerra, en la tragedia, en la paz, en la utopía o en el realismo mágico de una segunda oportunidad en esta tierra. Ahí está Gabo, siempre junto a usted, junto a todos.