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'Yo pienso en el bailador, en el público. Yo hago un tema ahora y ya está la pista hecha, y después, en el hotel o en mi casa, comienzo a bailarlo solo. Me hago que soy el público: me hago el tipo que va bailando suelto, el que va a bailar apretao, el que está enamorao; entonces tengo que buscarle el cuento, el son, que ese número le vaya a llegar a todo el mundo'.

De esta manera le respondió Álvaro José ‘Joe’ Arroyo a una pregunta del periodista Ernesto McCausland (q.e.p.d.), en el documental ‘Graba el Joe’ (Medellín, 1989), sobre el tiempo que el artista tardaba en alistar un disco. En ese entonces grababa en el estudio de Discos Fuentes uno de sus grandes éxitos: Pa’l bailador.

A pocos días de que se cumplan seis años de la desaparición del Joe, fallecido en Barranquilla el 26 de julio de 2011, investigadores del grupo Estudios Interdisciplinarios del Caribe, de la Universidad Simón Bolívar, retoman los análisis que han realizado de la obra de este cantautor cuyo legado a la música colombiana y del gran Caribe es invaluable. Para los analistas culturales es claro que Arroyo fue un autor que siguió una línea de crítica social en medio de la convocatoria al goce de la fiesta, con grandes aportes al canto étnico que evidencian su ancestro afrodescendiente.

El líder del grupo, Jairo Solano Alonso, con doctorados en Historia de América y en Ciencias de la Educación, detalla que el acento racial de las canciones del Joe surge de lo más auténtico de las entrañas populares negras y mulatas de Cartagena, que durante tres siglos fue escenario de la introducción de esclavos por parte de los europeos, al punto que a finales del siglo XVIII la costa Caribe presentaba la mayor población negra del Virreinato. Y en la actualidad más del 70% de la población marginal de las ciudades de la región procede de las mezclas negras, mulatas y mestizos acanelados.

'La música de Joe Arroyo, después de inscribirse con éxito en la salsa con Fruko y sus Tesos y los Latin Brothers, y de mostrarse allí como compositor, se encamina desde los años 80 con su orquesta La Verdad, hacia otras búsquedas rítmicas tanto en el Caribe colombiano como en la cuenca antillana, de allí surge esa fascinante mixtura entre los aportes continentales e insulares que le procurarán un sonido innovador y una ‘musa original', expone.

Ello –añade Solano– no es óbice para que también se nutra de lo más auténtico del manantial folclórico y popular, lo que exigió una permanente investigación de raíces antropológicas. De allí proviene, además de los porros y cumbias de la tierra, su incursión en el chandé, el bullerengue, la chalupa y la tambora de las cantadoras del río Magdalena.

En el ensayo ‘La doble conciencia de Du Bois, frente al excepcionalismo latinoamericano: Joe Arroyo, salsa y negritudes’, el investigador estadounidense Mark Sawyer diserta sobre uno de los temas insignes de este artista: Rebelión.

Sobre este dice que 'en contraste con otras canciones de salsa coloca el cuerpo de la mujer negra conscientemente como un sitio de violencia, opresión y contestación. Línea por línea la canción desafía nociones de una historia colombiana y pone en primer plano la historia de la opresión y la lucha que especifica la historia afro-colombiana. Mientras que el refrán 'no le pegue a la negra', es patriarcal en cuanto a que la mujer negra no tiene voz en la canción y está protegida por los hombres, también es un profundo desafío a la presencia de la mujer negra en la salsa'.

Y añade que 'la lectura de ‘Rebelión’, de Joe Arroyo, es necesaria para entender la fuerza del desafío a las representaciones de la oscuridad en la música salsa en particular y en toda América Latina más ampliamente'.

Solano Alonso también destaca que la lucidez del artista radica en que a pesar de haber sido el mejor intérprete de salsa en Colombia, optó por la diversidad y la riqueza rítmica del Caribe y de su entorno natural antillano. 'Allí las resonancias del reggae jamaicano, del merengue haitiano, llenan de matices multicolores el escenario de la Noche de arreboles y alientan la nostalgia vespertina y el ritmo que, según Antonio Benítez Rojo (autor de La isla que se repite), todos los caribeños compartimos en medio de nuestra diversidad y sincretismo'.

El estudio da cuenta también de la otra línea temática del Joe, basada en sus vivencias cotidianas. En esa orientación están Fuego en mi mente, Centurión de la noche, La noche, Musa original, Son apretao, A mi Dios todo le debo, que tampoco por ello dejan de tener un sello social, 'dirigidas a los habitantes de la noche y a los bohemios irredentos, que creen en Dios, tienen sus musas y viven seducidos por las noches tropicales'.

Colombia, en deuda con el Joe

Para Francisco Zumaqué, reconocido productor y compositor musical, Joe es una figura destacada en el escenario de la música de toda la cuenca del Caribe y, desde ese punto de vista, está de acuerdo en que Colombia entera está en deuda con él porque no solamente habría que exaltar su legado manteniendo sus trabajos originales en la radio, sino perpetuando de algún modo su memoria. Sugiere para ello llevar la obra de Arroyo a orquestación sinfónica o de música de cámara, como una manera también de reconocer a sus fanáticos, seguidores y a 'todos los que amamos la obra del Joe Arroyo'.

Zumaqué piensa, además, que es necesario emprender el camino para que esto se ejecute lo más pronto posible porque 'tendemos a olvidar, y una manera de mantener viva su obra es reproduciéndola en diferentes formatos que la gente pueda disfrutar'.