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Eran las 9:30 de la noche cuando Emil de Ángel, celador de turno de la Iglesia Cristiana-Evangélica Sarepta - Asamblea de Dios, escuchó aquel estruendo en el segundo piso. El fortísimo ruido se había originado en la capilla anexa, donde por lo regular se realizaban los cultos con niños y jóvenes, los días miércoles, sábados y domingos.

Al subir a la planta de arriba, lo que encontró allí lo hizo tragar saliva varias veces. El techo, con sus molduras y pequeñas cúpulas de yeso, con sus vigas y sus láminas de Eternit, se había desplomado por completo. La brisa, que este enero ha golpeado sin piedad a la ciudad habría sido la culpable de que la estructura se viniera abajo.

Entre los congregados y personal de apoyo del templo, continúan sacando, pieza por pieza, las partes del que fue, pero ya no es techo de nada. Del esqueleto de vigas que sostuvieron alguna vez las láminas, solo queda un arrume de hierros retorcidos que siguen enfrentando los continuos empellones de un viento, que no parece querer dar tregua.

Es que la brisa que tanto anhelaron algunos barranquilleros a comienzos de diciembre de 2016 y que empezó mucho después de lo usual, sigue haciendo estragos en la capital del Atlántico. Tanto, que transitar por las calles puede llegar a ser un autentico desafío para los nervios.

Es el caso de la carrera 50 entre calles 53 y 53B. Allí, sobre una cornisa de concreto, se eleva un armazón de aluminio cuyo único propósito es sostener vallas publicitarias y que, cansado de empujones helados, amenaza con darse por vencido y caer.

La historia tiene replicas en muchos sectores de la ciudad. No es para menos, con corrientes de brisa de 50km/h, y que a ratos alcanzan los 61km/h, no hay roble lo suficientemente firme. Prueba de ello es que, solo este viernes, se reportaron cinco árboles caídos a través de nuestra herramienta Wasapea a EL HERALDO (310 438 3838).

Dos víctimas

Hasta el día jueves 12, y aunque la situación tenía en alerta a los organismos de socorro, aún no se hablaba de víctimas mortales. Fue en la madrugada de este viernes cuando el fenómeno generó el primer balance negativo.

Jenny Ramos, asegura que ella lo había previsto. Había vuelto palabras, todas las advertencias que pasaron por su cabeza. Es que la pared de aquella construcción era muy endeble, se sabía que era cuestión de tiempo antes de que se desplomara, pero nadie la escuchó.

En una casa de tablas de madera y con techo a dos aguas, mitad en láminas de zinc y mitad en eternit, dormían doña Matilde Zabaleta, de 86 años de edad, su hijo Gustavo Ramos, de 61 años, y la esposa de este, Belsiria Jaraba, de 42.

Jenny tenía razón. Siempre la tuvo. No se necesitó sino de un soplido del fuerte viento. Solo eso bastó para que la pared de una casa en construcción, que lindaba con la humilde vivienda, dejara caer todo su peso sobre el que fuera el hogar de Matilde. Ahí, sobre la calle 77 con carrera 9J, en el barrio Evaristo Sourdis, al suroccidente de la ciudad.

Los vecinos del sector acudieron al lugar para socorrer a los afectados. A Gustavo el desplome le había roto la clavícula y uno de los bloques le golpeó la cabeza. Aunque iba consciente de su estado mientras lo trasladaban al Camino El Bosque, la familia asegura que la dilatada espera por la atención médica terminó por arrebatarles la vida a él y a su madre, quien sufrió fracturas en su pierna derecha y exhibía graves laceraciones por todo su cuerpo. A Belsiria los golpes le causaron un severo trauma craneoencefálico.

Fenómeno cíclico

El abogado experto en temas medioambientales, Luis Guárdela, sabe muy bien que las brisas que trajo 2017 no son consecuencia del cambio climático. Según él, se trata de un fenómeno cíclico que ha tenido precedentes en el pasado por lo que las brisas, en sí mismas, no le preocupan, lo que de verdad lo inquieta es saber si la ciudad tiene o no un plan de gestión de riesgos que contemple los quehaceres necesarios para prevenir que este fenómeno, tan normal, hasta cierto punto, hagan de Barranquilla la zona cero de un desastre.

'La ley 1523 del año 2012 establece que todas las ciudades deben contar con un plan de gestión en el que se identifiquen los posibles riesgos que se puedan presentar según el territorio', aseguró el abogado, a la vez que aseveró que, dada su posición geográfica, la ‘Puerta de Oro’ recibe los vientos con mayor intensidad que otras zonas del país.

Guardela admite que cranear semejante documento es un desafío para cualquier ciudad, aunque también reconoce que, en la Costa Caribe, se ha dado uno que otro paso agigantado en términos de medio ambiente.

Adolfo Tcherassi, jefe encargado de la Oficina de Gestión del Riesgo del Distrito, en dialogo con EL HERALDO, aseguró que la ciudad sí cuenta con un plan de gestión de Riesgos, en donde se estipulan todas las medidas a tomar en situaciones como la que se vive actualmente en ‘La Arenosa’.

A Emil de Ángel la cabeza no le da para pensar si el Distrito tiene o no planes de contingencia. Él sigue sin creer lo que vio y el eco metálico que se escuchó en Sarepta aquella noche suena aún en sus oídos. 'Las láminas estaban todas en el piso, una tras otra como fichas de dominó', dice absorto en el arrume de hierros que quedó del techo de la capilla. Y es comprensible, es que la naturaleza puede llegar a ser sorprendente. A veces por las buenas y, a veces, no tanto.