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Cada 7 de diciembre es para Mercedes Cuesta, de 65 años, una nueva oportunidad de reunirse en familia para darle la bienvenida a la época navideña.

Es una fecha 'muy bonita', que 'vale la pena atesorar siempre', aunque considera que con el paso de los años ha ido cambiando. 'Ya no se encienden los faroles como antes el 8 del mes doce', expresa Cuesta, residente en el barrio El Carmen, en Barranquilla.

Considera que lo más importante de estas fiestas es mantener la unión familiar y sembrar en las nuevas generaciones la llama del amor por este día.

Pero el caso de Mercedes no es el único, varias generaciones, a través de las redes sociales de EL HERALDO, cuentan cómo viven la noche de Velitas, y expresan la nostalgia que les produce esta fecha especial, considerada como una de las más tradicionales de Colombia, con la que se celebra el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Empero, ¿Por qué el cambio? Para el sociólogo Leonardo Romero Olivera, el desarrollo urbanístico es uno de los factores que ha llevado a que se experimente una evolución. 'La morfología que está teniendo la ciudad frente al desarrollo urbano, con edificios y apartamentos, no permite que se festeje de igual manera'.

El experto asegura que esta creencia se remite, principalmente, a casas con terrazas amplias, sin rejas, donde el 'ambiente que se vivía era otro, junto a los vecinos, y que ahora no es tan usual ver'.

Romero, además, sostiene que la sociedad actualmente es más liberal, cosmopolita y con 'otras prioridades'. 'Esto hace que les sea un poco más indiferente festejar esta actividad'.

El padre William Díaz, vicario de Pastoral en Barranquilla, asegura que desde la Iglesia buscan 'orientar' a los feligreses para conservar la tradición.

'En principio (la fiesta) ha sido para conmemorar la fe en la noche del 7, la víspera de la llegada de la Inmaculada Concepción de María, pero con el tiempo se han convertido en fechas muy sociales y muy profanas. No tienen nada qué ver con lo divino'.

El religioso, sin embargo, asegura que 'no se puede satanizar' esas situaciones, ni decir que sean malignas o que vayan en contra de las creencias católicas. 'Simplemente el ser humano va buscando celebrar las cosas suyas, inclusive a expensas de la fe'.

Tres generaciones. Mercedes Cuesta relata que desde los cinco años su mamá le enseñó a celebrar esta fecha junto a sus hermanos. Salían a las 3 de la madrugada a sentarse en el andén, junto a una hilera de velas que intentaban mantener encendidas. Ahora vive la fecha junto a sus nietos, a quienes les inculca 'mantener viva la llama del amor este día'.

En ese sentido, Nicolás Ariza, docente barranquillero, considera que esta fecha es para 'despertar con alegría'. 'Desde niño esperaba con ansias esa fecha en homenaje a la Virgen de la Inmaculada Concepción'.

El hombre, de 49 años, narra que su tía forraba los faroles una noche antes. Además algunos familiares dejaban caer en un balde lleno de agua las velas para que 'duraran más en consumirse al momento de encenderlas'.

Asegura que cuando recorría el barrio San Felipe y veía una casa que no tenía velas, por la razón que fuese, él las ponía con la finalidad de 'ver luz en todas partes'. Sus caminatas eran al son de Las cuatro fiestas, aquel clásico musical que era escuchado en 'casi todas las emisoras'. De aquellas épocas anota que 'había muchas casas iluminadas por la madrugada y, por supuesto los niños en las calles'.

Con el paso de los años su celebración ha pasado a ser más religiosa, esto en honor a la Virgen de la Inmaculada y, en lo personal, a su padre ya fallecido. 'Él tenía la costumbre de comprar fritos por la madrugada, entonces mis hermanos y yo encendíamos las velas mientras comíamos', recuerda.

Ahora, todavía las enciende y prepara desayuno para los familiares y amigos más cercanos que lleguen a su casa. 'Antes de comer rezamos un rosario. Es simple, es amor por mantener este legado'.

Las nuevas generaciones también viven la celebración a su manera, una de ellas es Andrea Carolina Sierra, de 19 años, quien afirma, pese a su juventud, que la celebración de las fiestas 'ha cambiado'. 'Estos eran días para compartir en familia. Pero ahora es más que todo rumba, alcohol y sobre todo, pólvora'.

En eso coincide Leonel Gómez, de 20 años, quien vive en el barrio Villa Santos. Dice que prende las velitas a las 8 de la noche, en familia pero luego, después de 11 de la noche, sale con un grupo de amigos. 'La idea es ir después a celebrar en casa en algún conocido o en un bar', comenta.

Los más pequeños también festejan a su manera la Noche de las Velitas. Poly Fortich Gávalo, de 9 años, relata que en su casa utilizan faroles reciclados, elaborados por su madre, Eneidis Gávalo. 'Yo los enciendo, pero mi mamá me acompaña, eso lo hacemos en la madrugada'.

Para ella el festejo empieza desde las 6 de la tarde del 7. A esa hora se reúne a jugar con sus amigos del barrio y luego regresa con sus familiares.