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Entre los cientos de comerciantes antioqueños que trabajan en los 500 locales del centro comercial Shopping Center, en el Paseo Bolívar del centro de Barranquilla, solo uno es hincha confeso del Atlético Junior. Su nombre es Andrés Felipe Zuluaga y lleva 12 de sus 18 años siendo fiel seguidor del onceno tiburón.

'Es curioso, siendo niño era aficionado al Nacional, pero en 2004 mi hermano mayor me sacó de la casa, en Sabanalarga, a celebrar el triunfo de Junior contra el ‘verde’, en la caravana del pueblo. Al ver la alegría de la gente, me contagié de la emoción, me convertí en juniorista', explica Zuluaga, detrás de la vitrina, vistiendo la casaca de la Selección.

Pisó por primera vez la ciudad cuando tenía tres años, con sus padres, Fernando Zuluaga y Liliana Charris. Su acento es neutro, no le importan los regionalismos y cumplió ante EL HERALDO una promesa rojiblanca: si el equipo pasaba a semifinales, se rapaba con la maquinilla de corte de cabello, en grado uno.

Su tío, Alexander Zuluaga, quien administra el local de perfumes, ‘Zuper’, y se declara aficionado del Tiburón, dice que su sobrino es un hincha genuino porque compra las boletas con el dinero de su trabajo, tiene varias camisetas del equipo y no se deja imponer el gusto de los demás paisas del centro comercial.

Entre los pasillos, muchos de ellos aseguran que en el Shopping, una de las plazas comerciales que hacen parte de la recuperación del Centro, 'no hay paisas hinchas del Junior' o que 'es más fácil encontrar un barranquillero del Nacional'. Lo cierto es que Andrés Zuluaga es el único hincha tiburón, nacido en Antioquía, que trabaja allí.

Después de vivir en Sabanalarga, se fue por 8 años a Venezuela, donde se vio las finales del Junior contra Nacional y Once Caldas. En 2013, tuvo la oportunidad de asistir a su primer partido en el estadio Metropolitano. En esa ocasión el equipo le ganó 2-0 a Nacional y tuvo la oportunidad de gritar ‘gol’ junto con miles de hinchas, de corear 'Junior Tu Papá' y de compartir su devoción por el cuadro Tiburón.

Mientras es motilado en uno de los locales del Shopping, Zuluaga cuenta que cuando le confesó a su familia que era hincha rojiblanco fue tratado de ‘pastelero’ durante dos semanas. Que cuando gana Nacional varios compañeros del centro comercial le molestan con frases como 'Eso le pasa por meterse con el mejor', pero que cuando el triunfo es para el Junior, es el único paisa contento en los pasillos.

Hincha de sentimiento

Luis Benavides, de 19 años, es la otra cara de esta situación. Nació en el Carmen de Bolívar y es hincha de Nacional, dice, desde que tiene uso de razón. Pero en Colombia a veces ser hincha de un equipo que difiere del lugar de nacimiento de la persona suele generar polémica. 'Uno es hincha del equipo que uno siente, con el que uno se identifica. Acá en Barranquilla es que miran en dónde nace uno', afirma en la tienda de la calle 76, donde trabaja haciendo mandados. Pertenece a la barra del Nacional ‘Sur Barranquilla’, conformada por 50 jóvenes de la Costa, y ha tenido varios enfrentamientos físicos con miembros de las barras del Junior.

Hace tres días peleó con miembros de la barra ‘La Banda de los Kuervos’, dice, por coger un bus cerca del lugar donde estos ‘parcheaban’. No da detalles y termina mostrando el tatuaje más grande que tiene, alusivo al onceno verde: su escudo dibujado en el vientre. Tanto Benavides como Zuluaga, a pesar de vivir situaciones económicas y sociales diferentes, coinciden en afirmar que el verdadero hincha está 'en las buenas y en las malas'.