Detrás de la reja blanca del recibidor, la hermana María Teresa Solano Salazar afirma que todos los seres humanos tienen una misión desde que nacen, escogida por Dios. La de ella, al igual que las seis monjas que conforman el convento de claustro Hermanas Reparadoras de Cristo Sumo Eterno Sacerdote, es la oración y la fabricación de las hostias que reciben los católicos de Barranquilla y de los municipios vecinos.
El monasterio, en la calle 57 con carrera 46, barrio Boston, viene realizando la labor desde hace 42 años. La elaboración consiste en preparar la masa, batirla, ponerla en unas máquinas que le dan forma y cortarla. En promedio, en un día pueden producir unas 5.000 hostias. El proceso dura cerca de cuatro horas, pero para poder cortarlas se debe esperar un día mientras adquieren suficiente consistencia. En 1972, cuando la hermana Solano llegó a la comunidad, recuerda que el fallecido capellán, Francisco Soto, regaló las máquinas que hoy siguen usando para la fabricación.
'En aquella época se hacía poquito, unas diez mil hostias por semana. Venían usualmente párrocos de la iglesia San Nicolás, San Roque y Las Tres Aves Marías', evoca en el recibidor la monja santandereana, de hablar rápido y bajo tono de voz. El lugar es iluminado con la luz natural que proviene del patio, mientras el trazo de las rejas se convierte en sombras en la pared, donde cuelga un retrato de perfil de Jesucristo. A dos metros de Solano, escucha atenta la hermana Damaris Arroyo, de lentes y mejillas prominentes.
Desde este año, el paquete de mil hostias que antes costaba $12.000 aumentó a $15.000. La razón, explica la priora Arroyo, es el aumento en el recibo de energía y el costo del bulto de harina de trigo, el cual pasó de $80.000 a $100.000. Para esta Semana Santa las monjas prepararon unas 75 mil hostias con quince días de antelación, equivalente a $1.125.000. La hermana dice que con el dinero pagan principalmente la harina y la luz del convento.
Proceso. La fabricación inicia en una olla de acero, en el que se agrega once tazas de harina y agua. Se revuelve con batidoras eléctricas con el objetivo de obtener una masa gruesa y sin grumos. Luego pasa a dos planchas eléctricas, donde se calientan por alrededor de 15 minutos. Para cortarlas en círculos se debe esperar hasta el día siguiente, cuando tenga la dureza debida.
Al final la encargada de darle la aprobación es la madre superiora, Teresa del Santísimo, quien lleva 70 años en la comunidad. Los restos de las obleas que son intervenidas son donadas a fundaciones para que preparen y distribuyan estas con otros alimentos a niños de escasos recursos de la ciudad.
'Cada sacerdote o encargado de iglesia viene aquí por las hostias. A veces no hay suficientes y en La Curia creo que venden unas que traen en Medellín. No es por alabarme, pero las hostias de aquí son muy buenas', dice Solano, seguido de una risilla pícara.
Distribución. Las iglesias que más compran en Barranquilla, comenta la hermana, son las del Perpetuo Socorro, La Catedral y Nuestra Señora del Carmen, cuyos pedidos oscilan entre 4.000 y 5.000 semanalmente. La más lejana es una del Banco Magdalena, cuyo nombre Solano no recuerda en el momento, y que pide siempre unas 6.000.
La hermana María Teresa consumió su primera hostia a los 10 años de edad en la iglesia San Roque de Barranquilla, durante la primera comunión. Diez años después decidió tomar los hábitos y formar parte del convento. Hoy, a sus 58 años, la santandereana afirma que poder producir la hostia que luego será consagrada es un privilegio de mucho respeto porque con ella 'transforma la vida de los creyentes'.
Por eso cuidan cada detalle de la elaboración. Por eso las migajas que caen al suelo pueden convertirse en pequeños pesares y la entrega del producto a feligreses la mayor de las satisfacciones.
Para las Hermanas Reparadoras de Cristo Sumo Eterno Sacerdote la labor es un verdadero apostolado.