Tres malabaristas que hacen de la avenida Murillo su escenario, organizan su entrada ‘triunfal’ a la espera de que el semáforo cambie a rojo para mostrar su espectáculo. Acompañados de una bicicleta y con pelotas de colores en mano, los jóvenes artistas pasan parte del día bajo la sombra de un vestigio arquitectónico que amenaza con caerse.
La construcción, situada en la calle 45 con carrera 44, barrio El Rosario, fue conocida por más de veinte años como Teatro Murillo, una obra arquitectónica del maestro cubano Manuel Carrerá y que a simple vista hoy se reduce a una fachada ordinaria envuelta en olores de desechos fecales.
Cuenta Manuel de Jesús Cortés, vendedor informal, que además de los malos olores, transitar cerca del edificio resulta todo un peligro debido a que la estructura se ha ido desmoronando con el paso del tiempo.
'Hace poco cayó un ladrillo y casi le cae en la cabeza a un muchacho que iba pasando por ahí', aseguró Cortés, quien lleva más de una década vendiendo limonada y jugo de corozo en una de las esquinas contiguas al predio.
Carina Muñoz, administradora del inmueble, indicó a EL HERALDO que Transmetro ya solicitó demoler la fachada que tiene su parte frontal sobre la avenida y que en estos momentos están a la espera de cumplir la orden, debido al riesgo que representa para la ciudadanía.
Pero no siempre fue una esquina en ruinas. En 1938 A. Correa y Cia vendió el predio a Cine Colombia S.A., por 15 mil pesos y a partir de ese momento, comenzó la historia de uno de los teatros más modernos de la época. Un año después- para darle cabida al Teatro Murillo- se hizo efectiva la construcción bajo la dirección del arquitecto Manuel José Carrerá Machado, un joven extranjero, arquitecto y urbanista que desde su llegada a Barranquilla siempre trató de marcar la diferencia ante las formas tradicionales. Por eso, muchos no dudan en catalogarlo como uno de los padres de la arquitectura moderna en Colombia. El cubano, quien se especializó en la Universidad de Columbia y en la Sorbona de París, hizo de Barranquilla su laboratorio para poner a prueba todos sus conocimientos. Desde su llegada en 1934, el edificio de la Scadta (hoy centro comercial Avianca) y el Jardín Águila (Banco de la República) fueron sus primeras creaciones decó en la ciudad.
La necesidad de un templo para el séptimo arte. Antes de adentrarse la década de los 40 ya estaba en pie el Teatro Murillo, una joya de la arquitectura, símbolo de la visión cosmopolita de una ciudad que estaba a la vanguardia de lo que pasaba en el mundo. La ilusión de las imágenes en movimiento, motivó la creación de escenarios concretos que al mejor estilo de la arquitectura art decó fueron tomando auge en una Barranquilla ansiosa de situarse a la par de las ciudades modernas. Este estilo no solo permeó la arquitectura del Caribe, sino que además se fue incrustando en todas las formas del diseño artístico como la fotografía y la moda. Y es que la necesidad de adecuar espacios ante la llegada de los cinéfilos, permitió el surgimiento en 1935 de las instalaciones del Teatro Rex y más adelante, los teatros Murillo y Colón. Estos templos del séptimo arte fueron dando frutos en una ciudad que tenía como referentes el estilo arquitectónico de ciudades como La Habana y Miami Beach.
El estilo Art Decó
El diseño de Carrerá tomó las bases de la arquitectura Deco Tropical. La arquitecta y docente investigadora, Rosana Llanos, describe el diseño como una armonía de formas simples y estilizadas, dotada de carácter y singularidad ya que reafirmaba elementos de gran fuerza equilibrados con la sutileza de la línea curva. 'Con este proyecto, la firma Carrerá dio muestra de la destreza para resolver conjuntos volumétricos racionalistas, a su vez explotar un refinado gusto por los detalles que en conjunto brindaban armonía y equilibrio a la composición', expresó la experta.
Otro de sus recursos recurrentes, indicó Llanos, son las líneas horizontales que en algunos casos son visibles en sus construcciones y que recorren prácticamente la totalidad de las fachadas y su conjugación con elementos demarcados por líneas verticales. El muro curvo es otro elemento que destaca del diseño del teatro y Carrerá lo logró articular de manera armoniosa con la totalidad de la composición, puntualizó la arquitecta.
Una preocupación latente del cubano fue brindar un confort térmico a sus ocupantes, cómo reducir al máximo la incidencia solar y que la edificación se adaptara a las condiciones climáticas fueron algunas de las inquietudes de este maestro de la arquitectura moderna. De allí que darle espacio a amplios ventanales matizaba la entrada de la luz por medio del diseño de los paneles de vidrio que iluminaban la escalera del teatro. Todo ello, destacaba a su vez el juego de sombras y luces, logrados por la disposición e interrelación de cada elemento compositivo.
Fue así como la edad dorada de los cines se emparentó con el art decó, un movimiento arquitectónico francés y que liderado por el cubano aún son un referente en la memoria de aquellos nostálgicos del despegue de la industria cinematográfica en el país y donde Barranquilla fue pionera. Con este tipo de obras, Carrerá hizo un magnífico aporte al desarrollo de la vivienda moderna en la capital del Atlántico. La novedad y belleza de los edificios y residencias de este arquitecto sorprendieron en su momento y aún lo siguen haciendo.
Una mala idea
Remodelarlo en la década del 60 y cambiarle su fachada por una pared de ladrillos rojos, aseguran expertos en urbanismo, fue una decisión que acabó con su presencia y lo destinó a un inminente fracaso. Cinemas Murillo fue el nombre que adoptó en su periodo de reconstrucción y que en el año 2002 tuvo su última proyección en las salas 1 y 2.
El Teatro Murillo fue sin lugar a dudas otro de los innumerables inmuebles desaparecidos, que hacen parte del historial de magníficos edificios que fueron borrados de la historia de una ciudad que vibraba con la cultura y para ello gozaba en aquel entonces con una infraestructura con altos estándares de calidad y diseño.
Hoy en el barrio El Rosario, los malabaristas de las calles exponen su vida bajo el amparo de una imponente estructura que solo es reconocida, en su mayoría, por el estado de abandono en el que se encuentra.