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En la misma época, con seis años de diferencia, a Carmen* y a María* les cambió la vida para siempre. Mientras en 1997 a Carmen le arrebataron su infancia, en 2003 María la recuperaba. Todo sucedió entre luces de colores y cánticos de villancicos, la temporada decembrina nunca volvería a ser la misma desde ese entonces, cuando sobrevivieron al mal con una marca imborrable en su cuerpo. Ellas son el rostro de las 11.332 mujeres víctimas de delitos contra la libertad e integridad sexual a manos de grupos armados al margen de la ley, según estimaciones de la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas.

'La violencia sexual es una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible en el contexto del conflicto armado colombiano', dicta un auto de la Corte Constitucional emitido en 2008, que retrata una realidad silenciosa, la violencia de género. Violación, prostitución, esclavitud doméstica, acoso sexual y abortos forzados son algunas de las armas más poderosas que han usado todos los actores del conflicto contra el botín de guerra más preciado: las mujeres. Ellas han cargado en silencio con la tragedia a sus espaldas, pero en tiempos de paz, llegó la hora de hablar.

La ‘equivocación’ de ser mujer

Todo parecía normal aquella mañana de diciembre de 1997 en el municipio de Tiquisio en Bolívar. En un segundo, el sonido de la puerta transformó el aire de tranquilidad en zozobra. Carmen estaba con su mamá en la casa cuando miembros del Frente 37 de las Farc llegaron por ella, sin mayor explicación. Después de siete horas de viaje, con vendas en los ojos, llegaron a un campamento en medio de la selva. Ahí empezó el calvario.

Fueron 15 días encerrada en una de las habitaciones de una finca conjunta, vigilada por la dueña de la casa y sus hijas de su misma edad. Y todo por una venganza pasional.

Un amigo de la familia que estaba enamorado de Carmen se enfureció cuando lo rechazó. Le dijo a la guerrilla que era novia de un capitán del Ejército, un hecho imperdonable en ese momento en el que las Farc eran la ley, y la orden era de ni siquiera mirar al ‘enemigo’. 'Él da esa información malintencionada y resulta que ese juego, o lo que creyó que sería algo pasajero, se le salió de las manos. Lo más irónico es que cuando salgo de allá, porque logré salir, me estaba esperando en el pueblo con los brazos abiertos. Él no se alcanza a imaginar, ni hoy en día, el daño tan grande que me hizo, cambió mi ser, mi esencia, desde ese episodio yo soy otra'.

Carmen creía haber conocido el terror cuando asesinaron frente a ella a un vecino acusado de ser informante del Ejército, hasta que su cuerpo se convirtió en un campo de batalla. 'Lo peor no fue estar presa de mi libertad, fueron sus miradas morbosas, que te agarren, que te manoseen, que te traten como si fueras basura, que te digan palabras tan obscenas; eso te deja muda'.

En todo ese tiempo de sufrimiento, que sintió como si hubiera sido el doble del real, lo que la mantuvo con fuerza fue el recuerdo de sus padres y su hermano. Solo supo de ellos a través de una carta que un guerrillero le llevó, arriesgándose a ayudarla; nadie lo había hecho, ninguna mujer, ni siquiera una vecina del pueblo que estaba en las filas, 'el miedo y su ideología no las dejaron'. Carmen escapó de la muerte porque así lo quiso el destino.

'Comprobaron físicamente que lo que decía ese muchacho era mentira. Llegó el comandante, alias Mario, y me pidió perdón por el ‘pequeño’ error, así de simple. Luego me llevaron de regreso a mi casa ‘sana y salva’, según ellos'. Solo tenía 17 años cuando perdió su virginidad, en la selva, a manos de muchos hombres, y por una equivocación.

Después de Magdalena (796), Bolívar es el departamento de la costa Caribe con mayor número de víctimas de delitos sexuales (457). Las mujeres representan alrededor del 49% de las víctimas en la región.

'Eso es lo más cruel y duro que te puede pasar. No es fácil salir de allí marcado, ellos me robaron mis sueños, cambiaron para siempre toda mi vida, y lo hicieron de muchas formas, porque aparte del abuso, hicieron sufrir a mis padres'.

Así, Carmen regresó a su casa. Desde que la secuestraron hasta ese momento, nunca había llorado. Y hoy tampoco lo hace, porque aunque las huellas de las heridas quedaron en su piel, ella se dio otra oportunidad.

Guerrillera contra su voluntad

Un 24 de diciembre, en medio de la fiesta navideña, tuvo la oportunidad perfecta para escapar de las filas del Frente 37 de las Farc. La gente celebraba con música y comida, y María corría sin parar desde la cima de la montaña, siguiendo a ciegas la voz de una compañera. Se ‘desmovilizó’ cuando tenía 15 años de edad, en el 2003, gracias a la ayuda de quien actualmente es su esposo y padre de dos de sus tres hijas.

A tan corta edad, ya conocía el olor de un cadáver, ya había empuñado un arma y ya sabía lo que ni un adulto alcanza a imaginar. Su familia se trasladó a la Costa Caribe desde Antioquia en busca de una mejor calidad de vida, sin pensar que encontrarían todo lo contrario.

Cuando su padrastro aceptó una propuesta de la guerrilla, obligó a puños, literalmente, a su mamá a mudarse al sur de Bolívar con sus 6 hijos. 'Hasta los 9 años nunca en mi vida había visto guerrilla. Ellos mismos se encargaron de mudarnos, ahí fue cuando la conocí, había mucha. Todo se hizo difícil desde ese momento'.

A los 11 años fue violada por un miembro de las Farc, acto del que nació su hija mayor. Cuando apenas tenía un mes de haber dado a luz, fue reclutada con engaños para hacer parte de las filas por orden del comandante, alias Yamil. 'Me dijeron que si no iba mataban a mi familia, que estando allá podía reunir plata para mandarle un mercado a mi mamá, que no estaría en combate. Todo era mentira'.

Salió de su casa en la madrugada, la caminata duró más de 12 horas, llegó mojada y llena de lodo, así le tocó hacer guardia de cuatro horas hasta entrada la noche, sin comer ni beber agua. Ni las suplicas de su mamá convencieron al grupo guerrillero. María ya hacía parte de ellos. 'De ahí en adelante fue una vida tremenda. Casi no duermes, porque a veces te toca un turno de guardia de hasta todo un día. Siendo niña eso es lo que te ponen a hacer. También había que cocinar, buscar leña, yo era enfermera. Estaba decepcionada de la vida, por eso me volví rebelde, me castigaron mucho'.

En el campamento era conocida con el alias de Dani, vivía en trincheras, como nómada huyendo del Ejército. Nunca tuvo el valor de oprimir el gatillo pero estuvo en muchos enfrentamientos armados. En uno de los combates se perdió en la selva y duró un mes deambulando sola entre la maleza, sobreviviendo con insectos, frutos y el agua de la corteza de un árbol. No lo hubiera logrado sin el entrenamiento que le hizo la guerrilla. Con ellos conoció, poco a poco, el terror.

'Ellos dicen que no hay abusos sexuales porque son ‘autorizados’. Pero sí son abusos, es como una prostitución. El hombre que quiere acostarse con alguien le pide permiso al comandante, no a la mujer. A muchas niñas les toca dormir un día con uno, pasado con el otro, y así. Rara vez quedan embarazadas, porque allá planifican con ampollas, es una de las reglas. Y a la que queda embarazada le sacan el bebé y la sancionan. Las únicas que lo tienen permitido son las mujeres de los comandantes'.

Así transcurrieron tres años, en los que María convivió con cientos de niños más de entre 11 y 17 años. El ICBF ha atendido, de 1999 a noviembre de 2015, a 5.904 menores desvinculados que han logrado huir o han sido recuperados de los grupos armados, de los cuales el 29% son niñas (o sea 1.085). El 61% de ellos fueron reclutados por las Farc, le siguen las AUC (18%) y el ELN (15%).

Al igual que esos niños, María vio muchos ‘Consejos de guerra’, el sistema interno de justicia de la guerrilla que determina los castigos por incumplir las normas. De hecho, cavó la tumba de una niña a la que decidieron asesinar. Lo que nunca pensó es que sería objeto de uno de esos ‘consejos’. Su delito, enamorarse de un civil, situación que la impulsó a huir, igual 'ya no tenía nada que perder'.

Logró salir de las garras del conflicto, una suerte con la que no han contado otros miembros de su familia que siguen en las filas de la guerra; y que, como ella, fueron reclutados cuando tan solo eran unos niños.

Violencia sexual no será objeto de amnistía

Sin conocerse, Carmen y María tienen en común la realidad que les dio un azar incomprensible del destino. Ambas son mujeres, nacidas de Antioquia, víctimas del mismo frente de las FARC en Bolívar y desplazadas de la violencia en Atlántico.

Nunca se cruzaron porque mientras una comenzaba la vida, la otra estaba intentando recuperarla. Pero, lastimosamente, comparten esa realidad con millones de mujeres más.

Según un reporte de la Defensoría del pueblo, en los últimos 30 años la violación es el crimen sexual que más se ha cometido contra las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano, con el 65.9%. Le siguen la desnudez forzada, esclavitud sexual y mutilación sexual (4,3% cada una); el acoso sexual, hostigamiento sexual e intento de violación (2,5 % cada una); y el aborto forzado, anticoncepción forzada y unión forzada (1,1% cada una). Estos delitos son adjudicados en su mayoría a paramilitares (57%), seguidos de la fuerza armada (22%) y la guerrilla (13%).

Por su parte, la campaña 'Violaciones y otras violencias: saquen mi cuerpo de la guerra' de la ONG Oxfam, destaca que del 2001 al 2009 la prevalencia de violencia sexual, con base en 407 municipios del país con presencia de Fuerza Pública, insurgencia, paramilitares u otros actores armados, fue del 17.58%, lo cual significa que durante estos nueve años 489.687 mujeres fueron víctimas directas de estos crímenes.

'La mujer dentro de un sistema patriarcal siempre tendrá las de perder, y en el conflicto armado mucho más. La imposición del poder a través de la violencia física genera imposibilidad de tomar decisiones y reaccionar para enfrentar situaciones dentro de la guerra. Por eso es tan importante para el éxito de la reparación de estas víctimas, que sea diferenciado el proceso de mujeres y hombres', dijo Roxanna Osorio Rincón, especialista en temas de género y miembro fundador del colectivo Mujeres con Poder.

Conforme a lo anunciado por las FARC y el Gobierno el pasado 15 de diciembre, en el quinto punto de la agenda que desde hace tres años se discute en La Habana, el Acuerdo sobre Víctimas, habrá especial atención a la victimización sufrida por las mujeres. 'El funcionamiento del componente de justicia dará énfasis a las necesidades de las víctimas mujeres, niñas y niños, quienes sufren de una manera desproporcionada y diferenciada los efectos de las graves infracciones y violaciones cometidas con ocasión del conflicto', se lee en el documento.

Los delitos de acceso carnal violento y otras formas de violencia sexual no serán objeto de amnistía, ni indulto, ni de beneficios. Se destinará un equipo de investigación especial para estos casos, y se atenderán las disposiciones especiales sobre práctica de pruebas en la materia. Además, 'se compromete a ampliar la cobertura pública y despliegue territorial, y a mejorar la calidad de la atención psicosocial para la recuperación emocional de las víctimas, entre ellas las afectaciones particulares de violencia sexual', dice la resolución.

'El impacto del conflicto tiene sobre las mujeres una carga particular. La inclusión en el acuerdo de un pequeño apéndice referido al género, se queda corto, es apenas un avance diminuto. Siendo la mujer la víctima número uno de la guerra, el tema debería atravesar transversalmente todos los cinco temas que se discuten', expresó Lola Salcedo, periodista y activista por los derechos de las mujeres.

Carmen no guarda rencor, ha trabajado con reinsertados, pero afirma que el acuerdo es una 'payasada. Yo perdono cuando es del corazón, y no siento que lo que están haciendo allá sea lo que nos va a llevar a la paz. Yo ya cerré mi historia, es hora de que ellos cierren la suya y las de las otras víctimas', dijo enfática.

Mientras eso sucede, Carmen y María decidieron recuperarse por sí solas y encontrar la felicidad que un día les quitaron. La primera está estudiando psicología y la segunda le gustaría empezar Enfermería, ambas se inclinaron por la vocación del servicio, para ayudar a mujeres como ellas a recuperar su dignidad pisoteada. Sus testimonios son un consuelo para la paz, por la fortaleza de sus cuerpos que, un día, fueron campos de batalla.

*Nombre cambiado a petición de la fuente.