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Uno de los elementos que ha atrapado el interés de quienes están inmersos en la pasión popular que despiertan los picós se basa en conocer la procedencia de la expresión ‘turbo’, denominación que reciben las cajas sonoras que activan el espíritu de goce y baile en miles de personas de distintas esferas de la sociedad caribeña.

Luciano Barraza, voz autorizada para referirse al tema por su trayectoria al frente de tornamesas de picós como El Rojo y El Solista, aseguró –en su momento– que el término fue adoptado del Dragón Turbo Laser. La palabra tuvo el beneplácito del público, razón por la cual conserva su vigencia y ha ganado terreno.

Ítalo Gallo, propietario de El Coreano y especialista en cabinas de audio, asegura que uno de los objetivos del ‘renacer’ de estas máquinas consiste en evocar, nuevamente, épocas doradas de auténtica verbena.

Cuenta que las potentes máquinas nacieron por la necesidad de 'amenizar' las fiestas, sobre todo, por las limitaciones que hasta ese momento existían en cuanto a la amplificación del sonido.

Orígenes. El ingeniero industrial recuerda que la primera generación de picós en la ciudad estuvo conformada por El Sicodélico, El Timbalero, El Gran Fidel, El Sibanicú y El Solista. En ese momento, el ingrediente indispensable era la salsa, lo que potenció su popularidad entre la gente.

Una segunda generación vio nacer a El Rojo y El Gran Torres, por ejemplo. La música tropical venezolana y, por supuesto, la salsa llevaban la bandera en la segunda mitad de los años setenta. El ‘bautizo’ de ritmos africanos en picós estuvo a cargo de El Sibanicú.

En la década de los 80, Raymundo Barrios impuso una nueva tendencia. Su máquina transistorizada eliminó el atractivo dibujo que caracterizaba a las otras cajas sonoras y lucía completamente blanco, sacando de contexto lo que en aquella época era catalogado como 'usual'.

En la segunda mitad de los 80, el Mundy Stereo dio un giro a la programación musical, lo que supo cautivar el oído de sus seguidores. Recurrió al merengue y la balada para ofrecer un repertorio más amplio y convertirse, prácticamente, en una 'discoteca ambulante'.

En 1991, se registra la aparición del primer picó fraccionado: Los Melódicos. Su propósito consistía en distribuir el sonido a lo largo y ancho de las casetas. Esa novedad, de algún modo, incentivó a sus similares a cambiar su estilo para no ser relegados.

Gallo precisa que durante esos años ya existían estas cajas sonoras, aunque no se les conocía como ‘turbos’. 'Ahora se llaman así porque están basadas en tecnologías modernas y los parlantes actuales tienen un impacto impresionante', agrega.

Una de las modificaciones implementadas por los ‘turbos’ con relación a la propuesta de los fraccionados está basada en retirar la figura del animador. Según Deivis Cantillo, de El Isleño, ese 'palabrerío' no permite que la gente baile con comodidad y, por otra parte, promueve la violencia.

Turbos y réplicas. El retorno de los ‘turbos’ tuvo como antesala el surgimiento de las réplicas –picós a escala, de menor tamaño– que han sido configurados a sistemas que permiten su reproducción audible. Durante el último lustro, estas 'miniaturas' constituyen una sensación, sobre todo en Soledad.

Las réplicas, en efecto, constituyen un homenaje a múltiples máquinas tradicionales como El Gran Torres, El Timbalero, El Rojo, El Gran Pijuán, El Coreano y El Gran Fidel, por mencionar algunos. De alguna manera, son la representación de una excentricidad que, según conocedores del tema, empezó de la mano de Guillermo Miranda, quien se encargó de dar forma a la primera réplica de El Solista.

Lo que empezó como un pasatiempo para los amantes nostálgicos de la verbena se ha convertido en una verdadera pasión para quienes se han encargados de posicionar las réplicas en un lugar de privilegio en sus vidas. Las pequeñas cajas sonoras se han convertido en la semilla que ha dado lugar a un sello en la tradición picotera de la ciudad, los ‘turbos’.

Su diseño simboliza un retorno al bafle central, el cual es decorado con matices cromáticos representativos que les asignan sus dueños. Esto, naturalmente, conforma una marca de autenticidad que ha de ser respetada por los competidores.

Sus dimensiones pueden ser de 30 centímetros de ancho por 30 de alto. Sobre estas, manifiesta que se les puede incorporar únicamente un parlante de ocho pulgadas. No obstante, aclara que también pueden elaborarse de acuerdo con lo requerido por los clientes.

El oficio. Edilberto De la Hoz tiene 55 años y confiesa que desde los 11 siente una gran admiración por el universo de los picós. Con voz entusiasta, recuerda que la primera verbena a la que asistió fue realizada a pocas cuadras de su casa, en Soledad.

Durante 40 años dedicados al oficio de armar réplicas y ‘turbos’ acumula un centenar de máquinas sonoras diseñadas y materializadas. El ‘escaparate’ más grande que construyó –indica– fue uno llamado El Guerrero, cuyas dimensiones eran de 2 metros de ancho por 1,70 de alto. En el otro extremo, fue capaz de dar forma a una miniatura de 18 centímetros de ancho por 15 de alto, creaciones que, en la actualidad, atrapan el interés de propios y extraños.

Materiales

Tipos de madera

Para fabricar un ‘turbo’ se pueden utilizar diferentes clases de madera, como MDF, RH o Tríplex.

Fórmica

A diferencia de los picós fraccionados que usan tela mosquete o felpa para forrarse, los ‘turbo’ emplean láminas coloridas de fórmica.

Malla

La parte frontal de la caja principal, las regaderas y las columnas se tapan con una malla parecida a la de los chalecos de motociclistas.

Los vivos

En los bordes se instalan ángulos de aluminio para imprimirle un toque más ‘fino’ al picó y ayudar a mantener la caja compacta.

Aerógrafo

Expertos pintores con aerógrafos le dan color a la parte frontal de la máquina sonora, por medio de imágenes clásicas o personalizadas.

Paso a paso

1- Corte

La madera se corta cuidadosamente siguiendo unos patrones de medida para su elaboración.

2- Armado

Lo primero que se arma es la caja principal, siguiendo las medidas requeridas según el tamaño del ‘turbo’ que quiera la persona.

3- Pulido

Una vez se arma, se le dedica suficiente tiempo a los detalles que marcan la diferencia, como pulir la madera.

4- Pegado

Armadas completamente las piezas, se procede a pegarle las láminas de fórmica.

5- Pintado

La malla es sometida al talento de los pintores que primero hacen un molde a pincel, delinean y luego le ponen color con aerógrafo.