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En Fundación el cielo lloró minutos después que una buseta explotó con niños a bordo el pasado 18 de mayo, y también lo hizo hace dos días cuando 28 de las 33 víctimas de aquel accidente fueron enterradas en el Municipio.

Ayer, un día después del sepelio de los niños, un cielo gris acompañó la jornada. Las calles de los barrios que vieron correr y jugar a los niños que partieron comparten su luto con escorrentías de aguas negras y casas de bahareque a punto de caer.

El centro del pueblo volvió a abrir sus negocios tras el cese de actividades comerciales que 24 horas antes había regido al municipio por decreto de la Alcaldía. Asimismo, algunas cantinas empezaron a abrir, pues también fue levantada la ley seca que rigió desde que ocurrió la tragedia.

En el cementerio Ángeles de Luz, donde reposan los restos mortales de los niños, los familiares que no pudieron pasar a la sala de velación durante el sepelio, llegan al lugar, con flores en las manos, para visitar a quienes perecieron en el incendio.

En el sitio no se presenta una concentración mayor de 10 personas a la vez, algunos comentan que debe ser construido un monumento en memoria a los niños, similar a la que le construyeron al ‘Pibe’ Valderrama en Santa Marta. Otros simplemente contemplan las sepulturas, y cubren su rostro con pañuelos blancos.

'No pude entrar ese día al cementerio, pero quería venir a visitar a mi sobrino. Él sabe que me hace mucha falta', dice Delsy Pérez, tía de Johnny Barón.

Ella estuvo varios minutos frente a la bóveda donde reposa el cuerpo de su sobrino, afirma que lo recuerda como un niño alegre que amaba mucho a su mamá. 'La vida es así. Ya no está aquí, pero sus papás tienen a sus otros tres hijos, por ellos deben mirar hacia adelante', comenta Delsy con la voz entrecortada.

Pero Yennis Movilla, madre de Bladimir Otero, su único hijo, manifiesta que por ahora no volverá al cementerio, porque siente que no está preparada para llegar a la tumba de su hijo tras haberlo acompañado durante el entierro. En su casa, ella está guardando los juguetes y la ropa que fueron de Bladimir. 'Nunca los botaré ni los regalaré. Los conservaré siempre', al momento de concluir sus palabras, la mujer rompe en llanto y dice que no quiere hablar más de sus recuerdos.

A las afueras de la vivienda donde residían Keylin y Kendry Bonet Meza, un grupo de familiares que llegaron desde Maicao, Valledupar y Barranquilla, dan palabras de ánimo a Rosa Meza, abuela de las niñas fallecidas. 'Yo le digo a ella que Dios es el que da fuerza y que de él nos debemos agarrar para superar esto', expresa su hija Arelis Bobadilla.

La anciana baja la cabeza. Sobre su falda caen gotas de agua que salen de sus lagrimales. 'Yo sé que es así, pero no lo asimilo'.

'No nos olviden'. A los barrios Faustino Mujica y Altamira siguen llegando las donaciones de diferentes fundaciones que se solidarizan con las familias de las víctimas.

Entre esas se encuentra la fundación Generando Sonrisas y Esperanzas, la cual entregó ayer 75 mercados con alimentos no perecederos y meriendas para 30 niños. En la calle, las personas hacían fila y agradecían lo que les entregaban con una sonrisa tímida que luego se ensanchaba cuando llegaban a sus casas a revisar lo que habían recibido.

Marta Lobelo, una de las líderes de la fundación, cuenta que esta organización está conformada por mujeres fundanenses que viven en otras ciudades de la región, las cuales decidieron movilizarse en redes sociales por la búsqueda de donaciones para la comunidad de ambos barrios. 'Esto no es algo de un día y ya. Hemos venido varias veces a colaborarles con lo que conseguimos y seguiremos haciéndolo', manifiesta Lobelo.

Pero los habitantes de la zona también exigen una pronta intervención del Gobierno. Rosiris Colón, residente del barrio Altamira, denuncia que la falta de alcantarillado la obliga a usar el monte como baño. Una situación que no solo la afecta a ella sino a todos sus vecinos. 'Aquí no hay ni vías pavimentadas, a nosotros nos toca lidiar en medio de unas duras condiciones'.

Además critican la falta de parques en la zona. Aseguran que el único que existe, en cercanías a sus viviendas, tiene barrotes de madera de los que alguna vez colgaron columpios. 'Pedimos zonas infantiles. Eso es lo que nos falta para distraer a nuestros niños', expresa David Lindo.

Él señala que si la Alcaldía brindara condiciones de recreación para los menores, seguramente aquellos niños que perecieron en el incendio de la buseta no hubiesen salido de sus casas hacia la iglesia, aquel fatídico domingo, en búsqueda de diversión y merienda, siendo que al regreso se encontraron con la muerte.