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El sábado cinco de octubre, Cosme Peñate se colgó el collar ochenta y tres, como tributo al número de cadáveres que ha rescatado del mar.

Y como en otras oportunidades, esta vez también regresó a casa sin un peso en sus bolsillos.

Recuerda que había cerrado a las seis de la tarde, la caseta turística 'La Bella Diana', de su propiedad, y caminaba desde la playa a su casa en el barrio El Ancla, de Puerto Colombia, cuando unos vecinos le avisaron que un estudiante universitario –que había llegado en un paseo familiar– estaba desaparecido cerca del camellón y sus amigos buscaban desesperados su cuerpo.

'Dejé mi mochila en casa de un vecino y salí corriendo al sitio en donde habían visto por última vez al muchacho. Me dijeron que había desaparecido cerca de las tres de la tarde frente al camellón y todos se metían como locos al agua a buscarlo. Yo conozco el mar y sé sus movimientos, por lo que preferí buscar hacía la izquierda, tirando para el muelle, porque –si estaba ahogado—de seguro la corriente lo había arrastrado para allá.

Esta vez, Cosme tampoco se equivocó: encontró el cuerpo enredado entre varillas torcidas, escombros y palos que chocan contra las bases del muelle.

Caseteros, pescadores, vecinos y familiares del universitario ayudaron a sacar su cuerpo casi a la medianoche. Era un joven moreno, delgado, alto, que desafió el mar en estado ebrio y se hundió en medio de su propia angustia en un cantil del que no volvió a salir más. 'Me di cuenta de que se trataba de gente muy pobre. Habían llegado a la playa para homenajear a otro estudiante que vino de Cartagena y no podía siquiera sugerirles que me dieran cualquier propina porque no tenían cómo llevar el cadáver de regreso a su tierra, así que me devolví a mi casa buscando mi nuevo collar'.

Cosme dice que esa es su consigna: un collar por cada cadáver que rescata. Ya van ochenta y tres', repite con un aire de resignación.

De salvavidas a rescatista. Seis días después encontré a Cosme Peñate Quiroz rebuscando solitario entre las piedras de la playa, frente a su caseta 'La Bella Diana', ubicada a un costado del emblemático muelle de Puerto Colombia.

Tiene apariencia de héroe de tira cómica. De regular estatura, cuerpo musculoso, cabello negro lanoso, mirada extraviada y hablar pausado.

Cosme siempre está sin camisa, descalzo y vestido solo con un pantalón de jean corto. En el cuello, un enorme bulto de collares de cuentas de colores lo distingue de los demás lugareños.

Se acostumbró a ser un personaje solitario. Tiene muchos hermanos, siete en total, pero todos crecieron para marcharse a vivir a Venezuela y lo dejaron solo con su madre Rita Quiroz González.

Alguna vez estuvo casado, pero cuenta que siempre prefirió pasar extensas horas observando la majestuosidad del mar que vivir en medio de las chácharas de su mujer y terminó abandonándola.

El día que lo encontré hablaba solo, como rebuscando algo que se había escabullido entre las piedras vestidas de algas verdes que protegen su pedazo de playa de las furiosas embestidas del mar, en Puerto Colombia.

Siempre ha vivido del mar, ya sea como salvavidas, como propietario de casetas y ahora como rescatista de cadáveres, aunque este último oficio lo requiera sólo cuando el mar le cobra cualquier imprudencia a un bañista; o sea, muy de vez en cuando.

'Siempre soñé con ser salvavidas y de hecho he salvado muchas. Si hay alguien que sabe leer el comportamiento del mar soy yo. Crecí tirándome de cabeza desde ese muelle. Me hundí muchas veces hasta lo más profundo de las bases. Pero acá en Puerto Colombia eso de proteger a los bañistas no ha sido tema importante para casi ningún alcalde. El único que me ayudó sin pedirme votos fue el doctor Eduardo Santos hace ya más de veinte años. De resto, a nadie más le interesó mi trabajo sin necesidad de buscar votos. Por eso, porque tengo que mantener a mi familia, salvo vidas o rescato cadáveres. No puedo vivir lejos del mar', relata con nostalgia.

Relata que se inició en este extraño empleo hace 25 años, cuando la gente le avisó que se había ido a pique una lancha con extranjeros cerca a las playas porteñas.

'Yo fui a colaborar pero muchos se extrañaron porque oré y le pedí permiso al mar antes de entrar a buscar en los arrecifes de Puerto Velero. El mismo mar me dio permiso y me enseñó el recorrido de las olas y por ahí pude encontrar un cadáver. Ese día le prometí a Dios que me colgaría un collar por cada cadáver rescatado el resto de mi vida y ya son ochenta y tres, aunque muchos collares se han ido reventando y no los repongo, porque eso también lo acordé con Dios', relata, mirando el infinito horizonte marino.

De 49 años de edad, este hombre dice que, entre sus collares, no figuran los muertos que sacó del mar producto de la guerra paramilitar que se dio río Magdalena arriba.

'Los muertos bajaban picados con sierras y entraban al mar. Siempre bajaban hacia la izquierda de Puerto Colombia y terminaban por acá. Hubo un día en que saqué cinco restos. Piernas, brazos y troncos y se los entregué a la Policía. Por ellos no me puse collares'.

Extraordinario nadador. Peñate dice que nunca pensó en cobrar por su trabajo, pero las mismas circunstancias de su estilo de vida lo llevaron a eso. En Puerto Colombia, la seguridad para los bañistas es precaria porque aparte de lo que pueda hacer un reducido y lejano Cuerpo de Bomberos, no existe un organismo que se ocupe de buscar a personas perdidas en las peligrosas aguas, por lo que –este penoso trabajo—lo tienen que hacer los bañistas, los familiares del desaparecido o, en especial, Cosme.

'Ese día, los familiares del gringo me buscaron y me dieron una buena propina. Así la gente me encasilló en este trabajo y me buscan, donde esté, para que vaya a buscar los cuerpos. Eso creó la fama y ahora es parte de los trabajos que yo desempeño', dice el porteño.

Infinito respeto por el mar. Para este hombre está claro que, el 99% de los casos que terminan con gente ahogada es porque no respetan el mar.

'Tenemos que ser respetuosos. Usted no puede llegar a una casa ajena y entrar sin permiso. Así es con el mar. Siento un profundo respeto por su inmensidad y cada vez que me meto, oro', asegura.

Acto seguido, Cosme atraviesa la cadena de piedras de su pedazo de playa, se mete en las aguas hasta las rodillas, extiende los brazos y reza:

'Oh Señor de la inmensidad de este mar/ Oh Señor que todo lo cubres y todo lo puedes, solicito de manera respetuosa tu gusto para entrar a sus aguas/ Oh Señor, dame la señal que necesito para hacer mi trabajo' y luego desaparece entre una cresta de espumas en medio de las aguas, como por arte de magia.

Solo con sus pulmones. En Puerto Colombia conocen la extraordinaria relación que Cosme tiene con el mar y su disponibilidad permanente para colaborar con los familiares de los desaparecidos.

'Es un hombre sano, muy sano. La última vez que se puso un collar fue porque rescató a un cartagenero. Lo más extraordinario es que se mete a lo más profundo a pulmón seco, sin equipos de buceo, por eso la gente acá lo quiere mucho', aseguró Orlando Collado Castro, un admirador del trabajo de Cosme.

Ismael Viloria dice estar maravillado de la forma como Peñate conoce al mar.

'Sus hermanos se marcharon para Venezuela y le ofrecieron los pasajes para que se fuera con ellos, pero dijo que no. Siendo un pelao había que irlo a buscar a toda hora a la punta del muelle donde permanecía mirando las olas y lanzándose solitario. A nosotros nos daba miedo que se fuera a ahogar porque era chiquitico y se tiraba de lo más alto. Decía después que veía peces grandes allá abajo', declaró.

Años después, Cosme sigue abultando collares en su cuello, como una extraña forma de llamar la atención de un gobierno local que nunca se ha fijado en sus buenas intenciones como salvavidas y lo condenó a ser rescatista de cadáveres.

Especial para EL HERALDO

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Cosme Peñate asegura que hizo un pacto con Dios para cargar un collar por cada cuerpo rescatado del mar. Algunos se han dañado y no los repone.