La víspera de Navidad no significa para los habitantes del cono sur de nuestro departamento una expectativa de festejos, pasteles, comidas especiales, ropa nueva, comunión, aguinaldos y fraternidad.
Para los 150 mil afectados por la tragedia del Canal del Dique, un pueblo de bogas, campesinos, cantores, folcloristas y poetas de la rivera, que vio como sus ilusiones y sueños se hundían frente a su mirada impotente, un triste 30 de noviembre del 2010 hoy hace ya tres años es una fiesta pasada por agua que les recuerda la triste realidad de su tragedia.
A nuestros hermanos del profundo sur, del son de negro, el canto del pajarito, el bamboleo de la piragua, tres años después de la tragedia solo les ha quedado aferrarse a la fe, la paciencia y la esperanza cimentada en la promesa y el anhelo de una vida mejor.
Tres años después aún ahogados por las penas y añorando tiempos pasados, los habitantes del sur del Atlántico aún chapotean en promesas cumplidas a cuenta gotas y la insatisfacción de seguir sufriendo los estragos de la inundación, en panorama claros oscuro habitado por luces y sombras siguen echando de menos todo lo que el río se llevó.
Reflejados en el televisor, los habitantes del Sur siguen sin encontrar una pronta solución.
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Candelaria, albergue ‘temporal’ Nueva Esperanza. Como si estuviesen condenadas a una especie de infierno terrenal, las 33 familias que habitan estos en módulos que asemejan viejas y ajadas casitas de cartón, aún aguantan una supervivencia en condiciones hostiles luchando contra los mosquitos, la lluvia y el calor infernal que los acosa a diario en temporada de sequía y padeciendo la falta de un suministro de agua potable, constante y fluida.
Para estas familias que se alimentan de una renovada esperanza lo único que les devolvería una Navidad feliz sería que por fin pudieran pasar la Noche Buena y Fin de Año bajo el techo del rancho propio que durante estos largos tres años de espera solo ha sido una promesa a la que han visto quebrarse en más de una ocasión.
El peor de nuestros problemas es conseguir agua potable, pasan meses y aquí no llega ni mandan agua y en todo el albergue tenemos más de 100 niños que pasan trabajo para todo por uno con el gua cocina, se baña, lava eso es vital. Mire 3 años ya y uno todavía aquí aguantando este calor insoportable y de las casas apenas comenzaron los trabajos en el terreno que es aquí enfrente. Dicen que van hacer 33 hacer 133 casas de reubicación y 55 para la gente de los albergues pero esto es muy duro volver a pasar una Navidad en estas condiciones' indicó Tarquino Mercado uno de los líderes del albergue Nueva Esperanza,
'Es horrible porque al principio traían de todo, llegaban brigadas de salud, que si las compritas y el cuento de las casas nuevas y eso, pero ya hace tiempo que uno está es olvidado en este peladero chupando calor y acá ya no llega nada. Hoy nos dijeron que nos iban a dar arriendos porque ya nos van sacar de aquí porque en este terreno también se van a construir casas', afirmó Eliana Mercado.
El casco urbano, barrio La Esperanza. Según los habitantes de esta zona bordeada por el espejo de agua conocido como la Ciénaga Vieja, hasta el momento ni el Gobierno Nacional, ni el Departamental ha atendido sus necesidades.
'En el Centro, por allá en la parte alta si arreglaron las casa y las pintaron, pero aquí en esta zona no han hecho nada', aseguró Ludys Castillo.
Según los residentes del barrio no solo los asecha el olvido estatal sino también la falta de empleo y de oportunidades. Muchos de los habitantes de este barrio vivieron más de 2 años en los albergues, pero cansados de las incómodas condiciones y el miedo a que lo poco que les quedaban sus ranchos se los llevará no la corriente ni la inundación, sino los amigos de lo ajeno, volvieron a sus casas a enfrentar una vida de rebusque y de sálvese quien pueda. 'Las casa se están cayendo, hay unas que ya ni sirven para nada y aquí nadie nos mira, las ayudas no llegan, no hay trabajo' contó Miguel Padilla.
Según los pequeños ganaderos pertenecientes a la Cooperativa Coomulticán el programa de repoblamiento bovino se ha convertido en una especie de luz en la oscuridad de este túnel. Hasta el momento 39 de sus 140 afiliados han recibido el beneficio de 5 vacas preñadas cada uno, un beneficio que según ellos mismo ha sembrado la semilla para la reactivación de una actividad que sufrió mucho con la inundación.
'Los beneficios lo vamos a empezar a ver el otro año cuando paran las vacas, eso aumenta el pie de crías y mejora los ingresos del beneficiario', dijo Pablo Domínguez, representante legal de la cooperativa.
Santa Lucía, albergue San Martín. la temperatura ambiente fácilmente puede sobrepasar los 40 grados centígrados bajo sombra, las cerca de 37 familias residentes de este albergue temporal están desesperados por las terribles altas temperaturas, el hacinamiento y la proliferación de enfermedades de la piel y respiratorias, además de la falta de empleo. Aunque el proceso de construcción de las casas y la finalización de los detalles anda a toda marcha, además de la Construcción del hospital y del megacolegio, pero para los habitantes del albergue San Martín la espera y la paciencia ya está que se les termina.
'Es imposible vivir con estas temperaturas y estos calores, cuando llueve todo se inunda y uno vive es con miedo que estos cambuches se le vengan a caer a uno encima. Los pelaos se enferman y uno vive es con dolor de cabeza y pasando trabajo porque no hay de qué vivir' dijo Julia Sarmiento.
'Dicen que las casas las entregan el 15 de diciembre, ojalá porque ese sería el mejor regalo de Navidad para nosotros',agregó.
'Es que al principio nos atendían bien y vivían pendientes de nosotros pero aja ya han pasado tres años y ya nos han venido dejando abandonados. Aquí pega un resplandor y un fogaje que le arde a uno la vista, esto es un infierno y uno vive apretado y uno no soporta más esto. Yo veo que lo de las casas está como atrasado y lo más triste es que nos va tocar pasar otra Navidad aquí metidos' aseguró el pescador Pedro Mercado.
Para todos los afectados de esta tragedia hoy es una fecha que les trae recuerdos muy dolorosos, pero sobre todo para aquellos que lo perdieron todo y que aún sobreviven en duras condiciones en albergues y cambuches, lo más doloroso es la posibilidad de tener que pasar otra Navidad bajo un techo prestado, caluroso e incómodo, lejos de sus arraigos y del calor de un verdadero hogar.