Los habitantes de los albergues humanitarios de Manatí están siendo estudiados.
Los expertos que asumieron la tarea y que han venido desarrollándola durante los últimos dos años provienen de la ONG británica Red de Conocimiento sobre el Clima y el Desarrollo (CDKN, por sus siglas en inglés).
¿La razón? La sorprendente resilencia de los locales para sobreponerse y generar ‘crecimiento postraumático’ en vez de quedarse estancados en los síntomas propios del llamado ‘shock- postraumático’.
Según explica el profesor José Amar, decano de Humanidades de la Universidad del Norte —entidad que se ha asociado a CDKN para la ejecución del estudio en Colombia— los manatienses han demostrado que son capaces de aprovechar y generar situaciones positivas a nivel individual y colectivo, a pesar de la profunda crisis causada en sus vidas por un desastre que los expertos de CDKN identifican plenamente como consecuencia directa del cambio climático causado por la emisión de gases de efecto invernadero que eleva la temperatura del planeta.
Y el shock postraumático es un trastorno psicológico caracterizado por la aparición de síntomas específicos, que pueden ser temor, desesperanza, sensación constante de peligro inminente, amnesia selectiva, pérdida del sueño y del apetito, irritabilidad, hipervigilancia, y desconexión y aislamiento progresivos del entorno, con la consecuente pérdida de interacción social, entre otros.
Estos síntomas generalmente aparecen tras la exposición a un evento estresante extremadamente impactante que involucra un daño físico o es de naturaleza extraordinariamente amenazadora o catastrófica para el individuo.
Como, por ejemplo, perder el hogar propio con todos los enseres y animales domésticos y de corral a causa de inundaciones, y verse —en consecuencia— obligado a permanecer durante años entre penurias y carencias, hacinado en albergues precarios e incómodos, en donde otras cientos de personas en condiciones parecidas subsisten a través de la caridad y de programas humanitarios.
Es decir, la situación por la que han pasado y continúan pasando cientos de familias de Manatí y de otras poblaciones que buscaron refugio en este municipio, tras las inundaciones que anegaron el sur del Atlántico a finales de 2010 y en los primeros meses de 2011.
José Amar, decano de Humanidades de Uninorte, se dirige a los manatienses. Escuchan, en primer fila, la representante de CDKN, Claudia Martínez, y el gobernador, José Segebre.
Aprovechar las crisis. Según la representante en Colombia de CDKN, la economista Claudia Martínez, los efectos de este cambio climático están siendo subestimados a nivel mundial debido a la falta de información. Al respecto, indicó que aunque la gente sigue pensando en un incremento futuro de dos metros en el nivel de los océanos debido al derretimiento de la masas de hielo ártica y antártica, los estudios más recientes indican que el incremento podría ser de hasta quince metros a lo largo de los próximos cincuenta años.
'Suficiente para que toda la geografía del Caribe Colombiano cambie y una buena parte de ella desaparezca', indicó la experta, señalando que las experiencias vividas y las respuestas obtenidas de la población manatiense enriquecerán los protocolos de actuación que a nivel mundial se están definiendo para hacer frente a situaciones mucho peores que las inundaciones del Sur del Atlántico, y que casi con toda seguridad se reproducirán por todo el planeta.
El gobernador José Antonio Segebre estuvo ayer en las instalaciones del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) de Manatí con cientos de habitantes de los albergues, para asistir a la ceremonia para marcar el final del estudio de CDKN- Uninorte.
El mandatario departamental destacó la importancia que tiene para la población infantil del municipio el acompañamiento hecho por la Universidad del Norte, no sólo a través de su colaboración con CDNK sino a través de los programas sociales que esta entidad educativa ha puesto en marcha a través de su programa de Humanidades.
Dijo que el tema de favorecer la 'resilencia' (capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas) entre los afectados por tragedias naturales ha venido siendo manejado también por programas de la Gobernación del Atlántico, como el de ‘Transfórmate Mujer’.
Voces de afectadas. Ingrid Ocampo es una de las personas que perdió todo durante las inundaciones de 2010 y ha pasado los últimos años subsistiendo en el albergue humanitario de Manatí con su hija de 7 años. Asegura que el apoyo ha sido fundamental para superar los temores y traumas que albergaba desde que sufrió su pérdida, y porque gracias a la asesoría profesional de esta entidad y de los psicólogos de la Universidad del Norte ha sido posible generar tejido social entre los damnificados, quienes antes ni siquiera sabían los nombres de las personas que vivían en el cambuche vecino. 'Hoy, eso ha cambiado. Nos colaboramos unos a otros para todo tipo de tareas, sobre todo para el cuidado de los niños'.
De igual opinión es Nancy Solano, otra damnificada, madre soltera de tres hijas. 'Lo mejor de todo, ha sido la posibilidad de conocer gente y de compartir la vida con mis vecinos. Antes, eso no sucedía', dijo.