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Cinco de los más valiosos caballos del Grupo de Carabineros de la Policía Metropolitana de Barranquilla murieron al ser atacados por un enjambre de abejas africanizadas, durante una misión en la ciudad de Cartagena.

El general José Vicente Segura, comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, confirmó además que en el violento ataque murieron Rey y Carbonero, dos de los caballos insignias de un programa de equinoterapia, (proceso de apoyo a niños con discapacidades neuromusculares), que se aplicó hasta hace pocos meses en la pesebrera del Grupo de Carabineros y Guías Caninos de Malambo, y que tuvo resonancia a nivel nacional por la mansedumbre con que los animales participaban en el proceso de recuperación de los niños enfermos.

'Es una pérdida muy, pero muy sentida. No solo por la calidad de los ejemplares que murieron, sino por el golpe emotivo que tienen en estos momentos los jinetes, nuestros muchachos. Se trata de patrulleros que asumen el cuidado permanente de sus unidades y llegan, con el tiempo, a tener una familiaridad muy fuerte con sus bestias. A esos policías los tenemos en seguimiento especial', dijo el alto oficial.

El teniente Andrés Leonardo Cabrera Barragán, subcomandante del Grupo de Carabineros de la Policía Metropolitana de Barranquilla, dijo que los caballos Carbonero, Ceibo y Rey, de la raza Silla Argentino, entrenados especialmente para la atención policial de eventos de asistencia masiva, acompañados por los criollos Frich y el cartagenero Bambino, fueron comisionados por el Alto Mando para asistir a los programas del Reinado Nacional de la Belleza.

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Hasta hace pocos meses la Policía prestó sus caballos estrella para esta noble causa de los niños discapacitados. En la gráfica ‘Carbonero’ con un niño paciente.

'Los jinetes, con sus animales, habían viajado a Cartagena el lunes 4 de noviembre y salían todos los días a asistir en el control de los eventos de asistencia masiva de las fiestas novembrinas. El jueves 7, estuvieron en un programa en el Cerro de La Popa y regresaron a la sede de la Policía de carabineros de Bolívar, a las 4: 10 de la tarde. Entrando en un camión a la pesebrera, se produjo el dramático ataque', relató el oficial.

El patrullero Alfonso Walteros López, jinete de Ceibo –un imponente Silla Argentino de seis años, de hermosa alzada y vistoso caminar– relató en medio del pesar que lo agobia los instantes vividos durante el ataque de las abejas asesinas.

'Los caballos iban dentro del camión, acomodados unos al lado de otro, amarrados por los cuellos a las barandas, como protocolo de seguridad. Cuando ya habían entrado a la remonta de Bolívar, ubicada en una finca cerca a Turbaco, sonaron en el cielo repetidas ráfagas de juegos pirotécnicos, muy usuales en las fiestas de Cartagena. Eso, al parecer, asustó a un enjambre de abejas africanizadas que se había instalado en un árbol de mango y que los policías de esa pesebrera no habían visto. La nube negra de abejas cubrió al camión en cuestión de segundos', recuerda aún impresionado el uniformado.

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El entrenamiento de los hermosos corceles fue especial para su participación en eventos de masas.

La tripulación del camión no tenía encendido el sistema de aire acondicionado, por lo que viajaban con los vidrios abajo. Las abejas se metieron a la cabina, provocando la salida apresurada de los Policías. 'Nosotros veníamos atrás, en otra patrulla, y vimos cómo decenas de miles de abejas, una nube inmensa, atacaba a los caballos. Los animales relinchaban, saltaban y pateaban la estructura de hierro y madera del camión y la destruyeron, pero no pudieron soltarse y en cuestión de minutos fueron presa del veneno de las abejas', recuerda.

Walteros López dice que sobrevivió a la experiencia más amarga en su carrera policial. 'Nunca olvidaré los momentos de angustia que experimenté con mis compañeros. Es muy duro ver a un animal amigo, porque esos animalitos llegan a ser realmente algo importante para uno como Policía. Verlos totalmente cubiertos por abejas. Ellos saltaban y las abejas se desparramaban y volvían a cubrirlos. Ese zumbido tan atemorizante y los relinchos de dolor de los caballos. No quiero volver a hablar de eso', precisó.

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Los animales llegados de Barranquilla trabajaron arduamente antes de ser atacados por las abejas asesinas.

La osadía de Pedroza. Mientras las abejas se ensañaban con los caballos indefensos, un patrullero barranquillero que trabaja en Cartagena, Ariel Pedroza Chaparro, llegó en su moto y se atrevió a desafiar a la muerte convertida en un manto de abejas asesinas.

'Le quitó una chamarra a un compañero, se protegió el cuello y, sin quitarse el casco de la cabeza, se metió en la cabina del camión, cuyas puertas habían quedado abiertas. Las abejas le cayeron encima, pero prendió el camión y lo aceleró por toda la finca hasta deshacerse de las abejas. Luego le tocó llegar hasta la Estación de Policía de Turbaco, porque había sido picado. Los caballos llegaron vivos allá y fueron atendidos por los veterinarios de la Policía y varios médicos civiles que llegaron. Pero, uno a uno, fueron muriendo', relata el patrullero.

Eduardo Santos Zúñiga, otro patrullero comisionado en Cartagena, se conmocionó al ver a los policías arrodillados, llorando, al lado de los cadáveres de sus caballos. 'Eso es muy duro, hermano. El caballo Ceibo, de Walteros, estaba resoplando, tirado en el suelo. Tenía el cuerpo lleno de ponzoñas. Miró a su jinete con los ojos desorbitados. El compañero le acarició la cabeza y el caballo comenzó a gemir y murió sin quitarle la mirada al compañero. No había una persona frente a la estación que no estuviese llorando', se lamentó Zúñiga.

La impresionante matanza no tiene antecedentes en los archivos de la Policía de Barranquilla. 'No solo eso: el mismo enjambre mató siete vacas y toda una cría de gallos finos en una finca vecina a la remonta. Esas abejas parecían el demonio mismo', concluyó el patrullero Zúñiga.