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A mi papá le dio un infarto. El domingo 22 de septiembre, mientras estábamos en la sala de la casa, viendo al arquero uruguayo Santiago Mele cometer un penal en el partido entre Junior y Águilas Doradas, giré mi cabeza para comentar el suceso futbolístico con él, y vi cómo jadeaba sin poder tener casi respiración. A Noé Gómez Martínez, de 66 años, la vida se le estaba saliendo por la boca.

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Su corazón ya no tuvo como seguir bombeando sangre y, por suerte, nos percatamos rápido para llevarlo a urgencias. Esa misma noche el diagnóstico fue contundente e inapelable: infarto y remisión a la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Iberoamérica.

Claramente, por los exámenes practicados por los galenos, la culpa fue no fue de Mele, ni de Junior, ni del fútbol en general. La responsabilidad de haber taponado una arteria al 90 %, dejarle la otra también dañada y que le tuvieran que hacer dos cateterismos y colocarle tres stents fue del cigarrillo.

Fumar es un vicio que lo acompañó desde su adolescencia hasta ahora, a un mes de ser abuelo por primera vez, cuando nacerá Santiago, hijo de mi hermano. Pensar que la nicotina, que le generó sucesivos coágulos que le taparon las arterias, por poco le priva de esa felicidad.

Ahí en la UCI, maltrecho y desanimado, buscando las fuerzas que lo ayudaran a dejar ese yugo, le tocaron la puerta. Un joven de 27 años, de tez blanca, barba abundante y un seseo en su acento, entró y le ofreció el tratamiento de la musicoterapia.

De España a Colombia

El médico psicólogo español Raúl Suárez lleva un año en Barranquilla. Llegó desempacado de Barcelona, donde se especializó en aliviar las penas del alma con los acordes de una guitarra, que es su fiel compañera.

“Recuerdo que en la primera sesión con tu papá la música salió al final, estaba en segundo plano, fue por tu mamá, que es cantante, y apasionada por la música. Uno pide permiso para entrar en la habitación, el objetivo no es que impere la música, sino detectar las necesidades. Intentar devolverle los recursos para que logre sus objetivos vitales, si no ha logrado dejar de fumar es porque no ha encontrado los recursos”, explicó Raúl Millán en charla con EL HERALDO.

Johnny Olivares Raúl y Ana María alegran y tratan la condición de los pacientes con música.

Aunque nació en Chile, porque sus padres españoles, Emilio Suárez y Ana Isabel Millán, se mudaron allá por trabajo en una época, creció y se formó en el País Vasco, donde se instruyó durante su infancia en un conservatorio donde aprendió el arte de la música, la interpretación del bel canto y la composición.

“Un día mi madre me ha dicho: ‘te interesa aprender a tocar el oboe’, pues le dije que sí y me llevó de la mano al conservatorio, esa fue toda la historia”, dijo con gracia.

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Fue creciendo, y con el tiempo, entró a la universidad atraído por su sueño de ayudar a las personas, tratarlos, conocerlos y poder llevarlos a recuperar su bienestar.

“Mi interés por ambas disciplinas es desde chiquitito, desde pequeño hubo música en mi casa, iba al conservatorio y estudiaba el oboe. Fue en la universidad donde me planteé: música o psicología, y en ese programa participé en la Universidad de Donostia en San Sebastián y descubrí este mundo”, recordó.

Un día fueron a su universidad a darles un curso de introducción a la musicoterapia, se le abrió un mundo de posibilidades. Empacó sus pertenencias y se fue a Barcelona a estudiar ello, aprovechando que, además del oboe, ya sabía tocar guitarra, piano e instrumentos de percusión.

“Estaba interesado en aprender los beneficios y la forma de aplicar esto para la demencia, el Alzhéimer, jóvenes con distintas condiciones cognitivas”, señaló.

¿Pero cómo dio el salto de Barcelona a Barranquilla? Por una colombiana, que estudiaba con él, que le mencionó que en Bogotá había una EPS que estaba buscando profesionales en esa área para ofertar el servicio a sus pacientes.

“Di el salto hace un año, a partir de una compañera colombiana, Ana María Díaz, oriunda de Bogotá, que se postuló para una plaza en Colombia. Me dije: vale, es ahora, de ahí llego a Barranquilla”, reseñó.

A dúo en Barranquilla

No tuvo miedo del reto, ni de la aventura, se lo dijo a sus padres y empacó todo lo que necesitaba para irse a vivir al ‘nuevo mundo’, una guitarra y las letras de las canciones latinoamericanas que conocía.

“En España hay una diferencia cultural en el apego de la familia. Acá en Colombia las familias son muy unidas, allá no. Hubiera sido más difícil si yo fuera colombiano, mi cultura familiar siempre fue de viajar a seguir los proyectos de vida, entonces estaban alegres. No fue un drama”, enfatizó.

Ya lleva un año tocando la guitarra y entonando canciones en las ucis de la ciudad. En el momento, solo hay dos especialistas y dos clínicas que le ofrecen este servicio a los pacientes de Sanitas.

Jhony OlivaresRaúl Suárez Millán en medio de su trabajo.

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“En el ámbito clínico solo hay dos en ese enfoque de musicoterapia trabajando en Barranquilla, en la Clínica Iberoamérica y en la Clínica del Carmen. A nivel de Colombia, se está haciendo en Bogotá, Cali e Ibagué. El programa lleva abierto alrededor de 10 años, en Barranquilla poco más de un año”, comentó.

En este año fueron muchas las cosas que lo impactaron, de la fría formalidad en la que creció en el ambiente español al desparpajo cálido y colorido con el que se encontró entre enfermeras y médicos.

“Es un choque cultural, me es similar a lo que le pasa a cualquier inmigrante. Te vas a un sitio donde no conoces a nadie, pero en ese sentido Colombia, en especial Barranquilla, la gente es muy amable y es fácil adaptarse si uno aguanta el calor”, bromeó.

La cosa rara

Raúl y Ana María ya tienen cancha y todos los especialistas y personal de las ucis los reconocen por su labor. Pero hace un año, cuando llegaron para inaugurar el tratamiento en la ciudad, fueron una novedad. Y de las que causa extrañeza.

“El personal médico no está familiarizado, lo que he visto es que lo reciben con agrado, pero desconocimiento. Preguntan si se está haciendo una serenata (se rio). Con el tiempo, entienden qué es lo que estamos haciendo, somos una cosa rara que está en el hospital, pero se nos recibe con agrado”, afirmó.

El tacto no está solamente en rasgar las cuerdas de la guitarra. El tacto sigue en poderle llegar a pacientes con extremo dolor, físico y emocional, que no encuentran forma de aliviarse.

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“Llegamos a la unidad y el médico nos remite el paciente y nos dice: tiene mucho dolor, o está desorientado, y uno llega a la habitación y te puedes encontrar tres situaciones. El paciente deseoso del servicio, el familiar que lo ve extraño y tienes que ir con suavidad y que le aclaras que no tiene que pagar más, o el paciente que no quiere música, porque tiene mucho dolor y están enfadados o por cuestiones religiosas no quieren escuchar”, se lamentó.

En esos momentos es donde saca lo mejor de su cara profesional, por mucho que le pese en el alma. “En esos casos pues uno se va, se despide. Nadie está obligado. Puede ser que pillaste al paciente en un mal momento, pero si al tercer intento no quiere, digo ya está, no insisto más”, agregó.

CortesíaEl doctor Raúl atiende a Noé Gómez Martínez, quien sufrió un infarto en días pasados.

Guitarra para el alma

En este tiempo en Barranquilla, Raúl ha podido observar una situación que se repite, y que ha sido noticia en las páginas de este diario y en las conversaciones de la gente en la ciudad, los suicidios.

“En mi experiencia personal, algo que he visto mucho son casos de intento de suicidio, es algo que a uno lo sorprende al ver tantos casos, sobre todo de gente joven. Evidentemente, ahí hay un problema”, afirmó.

Con su guitarra ha logrado encontrar la llave para entrar a las almas de estos pacientes.

“Un factor en común dentro de los casos que he visto, que no reflejan la totalidad de los mismos, son las situaciones de riesgo que se repiten: un círculo social reducido, un movimiento emocional grande, ya sea con un familiar o una pareja, sobre todo eso repite en las personas jóvenes, y una red de apoyo escasa o desestructurada. También, condiciones de salud mental previas, es decir, pacientes que ya vienen cargando con problemas anteriores”, describió.

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En España estas situaciones no se toman en cuenta. Algo que, lamentablemente, también pasa en Colombia. “Dado que sigue siendo un problema y se sigue viendo en las unidades de intervención, ya vamos ‘parándole bolas’ al tema. Ya salen más noticias, no sé si antes era así, pero en España decían: ‘el suicidio es para los flojos’, que ‘si quieres puedes’, y eso es un esquema mental dañino. Estamos tomando conciencia de que es una enfermedad y que se debe darle cabida, sacarlo a luz y ser más amables y compasivos con las personas”, deseó.

El trato profesional de Raúl tiene que ser especialmente agudo, dar en las notas correctas tal y como lo hace con su guitarra. Hablar afinando en los temas que toca. Una vida salvada es la balada más hermosa de todas.

“En el caso particular de los intentos de suicidio, los vemos en uci dos o tres veces antes que los deriven a otro especialista. En ese proceso la música puede ayudar algo distinto. Es un lenguaje que te ayuda a transmitir lo que eres, de una manera más sencilla. El paciente lo único que tiene que hacer es relajarse y descansar”, afirmó.

Así como afina las cuerdas de su guitarra para cantar, ahora mismo intenta poner las cosas en su sitio. Quiere quedarse en Barranquilla y llevar la musicoterapia a nuevos lugares, ayudar a otros que lo necesitan y no están en una uci.

Está aprendiendo música colombiana

Le tocó explorar un universo artístico completamente nuevo. De los clásicos del conservatorio, y sus gustos personales como la mexicana Natalia Lafourcade, el argentino Quintero y el norteamericano Julian Lage, le tocó pasar al sabor del acordeón, la guacharaca y la caja.

“Te diría que en mi caso concreto es un ‘tutti frutti’ de música. Originalmente mis gustos de clásicos son los románticos como (Piotr Ilich) Chaikovski o (Jean) Sibelius y también otro tipo de música, como el rock o las baladas. Pero acá en la Costa te tienes que saber algunas de Diomedes (Díaz), Los Betos y conforme uno va aprendiendo se va encontrado joyitas”, afirmó.

De esa música colombiana pronto encontró algunas perlas que ha ido guardando para usarlas como medicina en los afligidos.

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“Una paciente me regaló uno que me gustó mucho, ‘Dime Pajarito’, del Binomio de Oro. Es una canción muy hermosa, sentimental, que me ha gustado mucho. También, los bambucos viejitos me parecen especialmente bonitos, con esas letras sentidas y esa música tristona”, describió.

Fue con uno de ellos que pudo conectar con el padre del autor de esta historia, ‘Pueblito Viejo’, obra de José A. Morales.

“En la siguiente sesión ya estaba más tranquilo, fue de remembranza, de un disfrute musical. Nosotros le preguntamos al paciente qué música le gusta y qué le gustaría escuchar, buscando que los familiares intervengan. Se intercala con momentos de reflexión: ¿Por qué me gusta esa canción? ¿Por qué me interesa la letra?, tu papá viajó a momentos del pasado”, explicó sobre el tratamiento.