Por lo menos eran 20 las personas que entraban y salían. Pero, ¿qué estaban haciendo? La Policía no tenía cómo saberlo. Lo cierto es que parecía una fiesta, pues había música, algarabía y era evidente el consumo de licor. La única opción era vigilarlo desde el aire.
Los patrulleros pasaban y solo veían a la gente asomarse por una cerca de madera para observar lo que pasaba adentro. Eso les llamó mucho la atención a los uniformados y por eso pidieron apoyo al equipo de vigilancia aérea: los drones de la Policía.
Desde arriba, los modernos equipos de video captaron lo que ocurría. Un grupo de personas rodeaba una pequeña arena donde unos gallos se daban picotazos. El aleto de las aves sonaba tan fuerte como los aplausos de los animados apostadores.
Pero era evidente que no había ninguna medida de protección por la Covid-19. Nadie tenía tapabocas y el distanciamiento social era una fantasía. Entonces, los policías decidieron entrar y acabar con la gallera clandestina.
Los uniformados entraron al sitio con la certeza de que en el interior hacían algo ilegal y sorprendieron a 15 personas a quienes les hicieron firmar órdenes de comparendo de casi un millón de pesos cada una.
Además, siete de los asistentes fueron trasladados a la Unidad de Convivencia y Justicia, UCJ, ya que no contaban con documento de identidad. La noticia fue confirmada por el general Ricardo Alarcón, comandante de la Policía Metropolitana, quien afirmó que durante la noche de velitas y el ocho de diciembre se harán patrullajes más exhaustivos para controlar este tipo de actividades.