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El dueño de la casa escuchó un grito y se levantó de la cama, sentía que algo no estaba bien, pero solo al salir de la habitación y ver el rostro de los demás habitantes de su casa supo que la habían matado. Eran las 12:30 de la noche y vio como Bety Páez, la venezolana inquilina del segundo piso, estaba despierta tratando de mantener viva a su nuera, Vivianci Alejandra Blanco Ávila (25 años), luego de que su hijo José David Orozco Páez (28 años) la asesinara a puñaladas.

De inmediato, el arrendador salió corriendo de la casa junto con otro de los hijos de Bety y se dirigieron a la Estación de Policía de Ciudadela 20 de Julio para pedir ayuda; sin embargo, para entonces ya era demasiado tarde y Vivianci había muerto tras las al menos 20 heridas de puñal que había recibido en todo su cuerpo de manos de su compañero sentimental desde hace 11 años, con el que compartía una habitación de una casa ubicada en la carrera 7G con calle 45B del barrio El Santuario, de Barranquilla.

Para Bety, suegra de la víctima y mamá del homicida, todo fue muy sorpresivo y así lo manifestó a la Policía mientras los efectivos del CTI inspeccionaban la escena del crimen. Siempre se la había llevado bien con Vivianci y quería mucho a su hijo, pero sabía que él tenía problemas psiquiátricos, dijo.

'Ahí no se escuchó pelea ni nada, solo cuando ella gritó ‘¡Bety!’. Yo estaba acostada con mi otro hijo, él se voló hasta allá y ya ella estaba tirada en el piso en un charco de sangre', contó Bety, siete horas y media después de lo ocurrido, reflejando en su rostro los resultados de varias horas de lágrimas.

Cuando ella se mudó a Barranquilla con su hijo José David, desde Caracas (Venezuela), no pensó que la posterior llegada de su nuera terminara en una tragedia como esta; y sin embargo, pasó.

Según el relato de Bety, José David llegó del trabajo alrededor de las 7:30 de la noche del jueves 30 de enero. Llevaba varios días trabajando como asistente de albañilería en la remodelación de una panadería y, al parecer, le estaba yendo bien.

Vivianci había llegado el miércoles porque la familia para la que trabajaba como empleada doméstica interna se había ido de vacaciones. Disfrutaban de su compañía mutua porque antes solo se veían los fines de semana, por eso, después de que José David llegó se bañaron juntos y se recostaron un rato en la habitación, mientras Bety les preparaba la comida.

'Yo los llamé: ‘José David o Vivianci, cualquiera de los dos, vengan por la comida’. Ella la vino a buscar y comieron en el cuarto—contó Bety—. Después salieron a lavar los platos y se quedaron hablando. Le pidieron la bendición a mi mamá y cerraron la puerta del cuarto. Como nunca, todos nos quedamos dormidos, hasta que pasó lo que pasó'.

'Imagínese usted cómo me siento, ella era mi nuera y él es mi hijo. Si nosotros hubiésemos escuchado algo no lo hubiésemos permitido, ellos tienen un hijo de seis años que está en Venezuela. Ella era parte de la familia, por eso cuando mi otro hijo llegó y vio todo, agarró el cuchillo y le dijo: ‘¡¿Qué hiciste?!’'.