Graciela del Carmen Fernández, alias Ela, la chica ‘fit’, y señalada de ser cabecilla y colaboradora de la banda ‘Los Gomelos’, aceptó los cargos que le imputa la Fiscalía de concierto para delinquir simple en concurso para tráfico de estupefacientes.
Tras allanarse a los cargos, la mujer de 39 años firmó un preacuerdo para colaborar dentro del proceso, por lo que la Fiscalía se abstuvo de solicitar medida de aseguramiento en su contra, por lo que ‘Ela’ queda en libertad.
Ayer se terminó la audiencia de la sustentación de la medida aseguramiento. La Fiscalía pidió aplicar medidas lpara siete de los señalados de participar en la banda.
Sin embargo, la diligencia quedó aplazada para el 26 de diciembre a las 9:30 la mañana, por lo que hasta ahora nadie ha quedado en libertad.
Fernández Silvera fue capturada el pasado 10 de diciembre dentro de un gimnasio en el norte de la ciudad.
La mujer, amante del deporte y la vida ‘fitness’, era buscada por las autoridades por los delitos de tráfico fabricación y porte de estupefacientes, destinación ilícita del inmueble, concierto para delinquir con fines de narcotráfico y uso de menores de edad para la comisión de un delito.
‘Ela’ trabajaba de la mano con su hijo mayor y su pareja sentimental, quienes tenían tareas específicas dentro de la estructuras delincuencial.
Durante la audiencia, el hijo de Fernández Silvera, John Mesac, señalado de ser 'colaborador' de la banda, también se allanó al cargo por lo que benefició también lo acobija.
El joven es estudiante universitario de séptimo semestre de Ingeniería Química, en una entidad educativa ubicada en el norte de la ciudad. Su posición le daba fácil acceso al público juvenil, donde están los mayores clientes de la banda.
De acuerdo con la investigación, el joven era el encargado de distribuir y cobrar el dinero producto de las ventas de los alucinógenos, específicamente éxtasis y 2CB o cocaína rosada.
Yuranis Patricia Villalba, miembro de la banda también podría quedar en libertad.
La banda
Dicen las autoridades que ‘los Gomelos’ tenían casi dos décadas dedicados al tráfico de narcóticos, los cuales era traídos desde Europa, camuflados en potes de proteína, para ser comercializados en universidades, discotecas al norte de la ciudad, fiestas electrónicas y ‘after party’ en Barranquilla y el municipio de Puerto Colombia.
Esta estructura utilizaba varias estrategias para la distribución y venta de alucinógenos en la ciudad.
El primero era vía mensajes de WhatsApp o llamadas dónde les llegaba la solicitud de compra de un cliente en particular y estos luego lo llevaban a un punto de encuentro acordado por las partes.
También, por medio de voluptuosas damas, que llegaban a las diferentes rumbas en la ciudad, quienes se encargaban de atraer posibles clientes y a su vez vender dentro de los establecimientos comerciales.
De igual manera, utilizaban menores de edad para llegar al público adolescentes y así convertirlos en consumidores y por supuesto en clientes fijos para su negocio ilícito.
Según los cálculos estimados por las autoridades, la banda vendía en promedio $3 millones diarios en alucinógenos.