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¿Qué pecado mortal pesaba sobre la humanidad de Diego Armando Salas Parra, de 20 años, para que fuera asesinado a tiros el pasado lunes, en la calle 8 con carrera 19 del barrio Puerto Amor de Sabanalarga? La respuesta, por el momento, no ha sido revelada y ni siquiera la conocían ayer sus familiares. Roberto Salas, explicó que su hijo llevaba varios años viviendo solo en una pequeña casa ubicada cerca del lugar en el que lo asesinaron.

Salas conto que ‘Gatico’, como le decían a su hijo por cariño, 'se ganaba la vida trabajando en oficios varios. Vivía con lo que conseguía haciendo una que otra maraña, pero ya era independiente'.

Compungido, recordó la última charla con su hijo, minutos antes de que dos hombres en moto lo mataran.

'Lo saludé y se echó a reír conmigo y le dije que si no iba a subir por donde yo vivo y me dijo ‘ahorita voy papi’. No habían pasado ni 15 minutos cuando la suegra llegó a decirme que lo habían matado', contó.

El papá también admitió que su hijo consumía drogas, pero que desconocía si había participado en alguna actividad ilícita. 'Nunca nos dijo que estuviera amenazado o en algún problema. No se metía en líos', aseveró.

Diego Salas vivía solo y no dejó hijos, la pasión de su vida era la cría y entrenamiento de gallos de pelea, incluso, contaron los familiares, el pasado domingo uno de sus gallos protagonizó una batalla 'épica' contra otro gallo del pueblo y quedaron empatados. Eso tenía al ‘Gatico’ muy orgulloso, desconociendo que encontraría la muerte casi enfrente de su casa.