Haber recordado a medianoche, asustada, que se había pasado la hora del medicamento que debía darle a su esposo, fue lo que hizo que Marilyn Méndez socorriera a Ángel Villarreal en el momento de la emergencia en la Clínica Reina Catalina. 'Uy, no, eso fue terrible, pero yo no me podía desesperar porque tenía que ayudarlo a él. Me paré a darle la pastilla y vi que las enfermeras corrían de acá para allá; me asomé y miré a un hombre cogiendo un extintor y una manguera. Se incendiaba el mismo piso en el que estábamos'.
A pesar del pánico de pacientes y familiares como Marylin y Ángel, el único rincón directamente afectado de la clínica fue una oficina de cinco metros cuadrados del quinto piso, donde se guardaban los equipos biomédicos, en la que se originó el incendio por causas que estarían relacionadas con un corto circuito. Sin embargo, de manera preventiva fue ordenada la evacuación de todo el edificio.
De acuerdo con Jaime Calvo, gerente de la Reina Catalina, la situación de emergencia fue provocada por el humo y no por las llamas. 'Evacuamos a los 198 pacientes que se encontraban aquí, porque aunque el piso afectado fue el de la unidad de cardio, se podía propagar. Ellos fueron enviados a las clínicas distritales cercanas y a la sede que tenemos en Baranoa, adonde fueron llevados unos equipos de acá para atender a los pacientes'.
Las escaleras y algunas paredes están ahumadas y en el frío ambiente, el aroma a desinfectante, alcohol y antibacterial –propio de todos los centros médicos– se mezcla con el olor a caucho quemado.
Mangueras suben como culebras por las escaleras para limpiar cada rincón de los pasillos.
Ángel, quien sufrió un accidente el 18 de marzo que le dejó la tibia rota, no pudo moverse por sí solo. 'Lo que se me ocurrió fue abrir la llave y echar agua para que el humo no llegara a la habitación. Mojé una toalla y se la puse a mi esposo en la cara, lo cargué como pude y lo senté en una silla plástica, así lo arrastré hasta el tercer piso donde un enfermero paró el ascensor', dice Marylin con cara de angustia, pues, aunque su esposo está bien, aun no se repone del 'sofoco' que pasó.
Villarreal fue trasladado a la clínica Prevenir Bonnadona y en unos días será remitido a la sede de la Reina Catalina en Baranoa. 'Marilyn fue muy valiente, se lo echó al hombro y pudo ayudarlo, pero cuando vio que nosotras llegamos se desplomó, creo que fue la impresión. Aquí en la clínica todos han sido muy diligentes, nos han dado la información que hemos necesitado y nos han calmado los nervios, porque saber que uno tiene un familiar hospitalizado y que la clínica se está incendiando es muy feo', agrega Islemy Villarreal, cuñada de Méndez.
En una de las camillas de la Unidad de Cuidados Intensivos, Edgardo Castro, de 47 años, dormía cuando se presentó el conato. A las 5:00 de la mañana, su hermana Frida se enteró de lo que sucedió en el lugar donde permanecía desde hace un mes por sufrir un derrame cerebral. 'Fue algo impresionante porque como él está bastante delicado, la llamada de un hermano nos asustó, pensamos que había pasado lo peor. Medio nos pusimos ropa y salimos corriendo para acá. A Edgardo lo llevaron a la Clínica del Caribe', comenta Frida.
'Esto en la madrugada se llenó de gente: parecía una Batalla de Flores. Todo el mundo preguntaba por sus familiares, estaban desesperados, corrían, unos lloraban porque uno siempre teme lo que pueda pasar', explica Castro.
Cinco máquinas de bomberos llegaron de forma inmediata y en menos de dos horas controlaron la situación. 'En una hora logramos sacar de la clínica a todos los pacientes. El cuerpo médico actuó de forma idónea, siguiendo los protocolos al pie de la letra', señala Mayra Medina, médico integrante de la junta directiva de la clínica.
Israel García, jefe del departamento de enfermería y coordinador del departamento de calidad, y Edgardo Mejía, coordinador de auxiliares de enfermería y de las ambulancias, dormían cuando se activó la alerta. 'Estábamos cada uno en su casa cuando nos llamaron a decir lo que pasaba, vinimos enseguida. Se dio una alerta de evacuación a toda la institución teniendo en cuenta las necesidades de los pacientes. Sin alerta de pánico, garantizando la seguridad de ellos, fueron sacados. Todos los que se tenían que movilizar lo hicieron de la forma más eficaz', comenta García, un cubano que llegó a la ciudad hace cinco años.
El pulcro uniforme blanco de Mejía tenía ayer las huellas del humo. En su manga derecha y en las botas del pantalón quedaron las manchas negras tras sacar a los pacientes. 'Lo primero que uno piensa es en el sentido de pertenencia por la institución y los enfermos. No sentí temor. Evacuamos a la mayor cantidad de personas, no sé cuántas, pero fueron las que más pudimos en el momento. Todos hicieron un trabajo impecable'.
La clínica está vacía. No hay pacientes en las camillas, y en los pasillos los familiares no caminan rumbo a las habitaciones, solo está el personal que limpia las instalaciones para que vuelva a operar. 'En unos días, cuando se establezca que no hay ningún peligro y se hagan las reparaciones necesarias, regresarán los pacientes. Por ahora seguirán en las instituciones a las que fueron trasladados. Todas las clínicas a las que recurrimos se portaron a la altura. Afortunadamente no hay nada qué lamentar', afirma Calvo.