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José Aurelio Rada, padre del patrullero Yamith Rada Muñoz, uno de los cinco policías víctimas del atentado terrorista del barrio San José, sepultó a su hijo con honores la mañana de este lunes, en el cementerio Jardines de Paz, en el oriente de Santa Marta.

Visiblemente dolido el padre del uniformado dijo perdonar a las personas que acabaron con la vida de su hijo y a quienes invitó a 'buscar a Dios con fe y convicción',

En medio del profundo dolor que sentía, turbado y sollozante, sin quitar la vista del féretro donde reposaban los restos mortales de su ser querido, el padre expresó lo que quizás muchos nunca imaginaron podría aseverar en ese difícil momento: 'Desde aquí les envío el perdón, el mío y el de mi familia'.

José Aurelio sostuvo, además, que si bien la guerrilla del Eln – organización que se atribuyó la muerte de los policías - ha fallado al compromiso de paz y a la palabra con el Estado colombiano, no deben desmayar en el diálogo, pues es de los que considera que 'ahí está la comprensión y a través de ello nos podemos entender todos'.

Sin embargo, dijo que mientras sigan en esa tónica, de rebeldía y terrorismo 'hay que enfrentarlos porque son unos bandidos'. 'Las autoridades tienen que hacerse sentir', manifestó José Aurelio Rada.

Un gran hombre

De su hijo aseguró el padre que era un policía respetuoso de los derechos humanos y anotó que en las conversaciones que sostenían en jornadas familiares, siempre le decía que 'no había que maltratar a un capturado, ni con hechos ni palabras'.

José Aurelio Rada comentó que Yamith siempre quiso ser policía y que una de sus metas era seguir escalando en la jerarquía institucional, al punto que estaba mirando la posibilidad de estudiar Derecho.

De 29 años, de los cuales 6 los entregó a la Policía Nacional, el hijo de los Rada Muñoz, el que le llamaban ‘el gran amigo del barrio Villa del Carmen’, se consagró como un excelente profesional y una muestra de ello fueron las 25 felicitaciones insertas en su hoja de vida.

Yamith Rada era soltero pero tenía dos hijos pequeños. Su viaje hasta la última morada lo hizo acompañado de un mariachis y un séquito de amigos, familiares y hasta desconocidos, que invadieron el camposanto localizado en el legendario barrio Mamatoco.​