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Los cuerpos de Alejandro Garrido Molina, su esposa Johana Ramírez y su hijo fueron descubiertos tras a una llamada de una vecina, que alertó a las autoridades por el fuerte el olor a sangre que se desprendía del apartamento 302, en el edificio Balcones del Sol, en el sur de El Rodadero.

Ese mismo 3 de enero la noticia del doble homicidio y suicidio que, según la Policía, el auxiliar de vuelo ejecutó en estado de exaltación, presuntamente bajo efectos de la cocaína, le dio la vuelta al país y cruzó incluso las fronteras.

El lunes 4 de enero los cuerpos fueron trasladados en la noche a la unidad de Medicina Legal en el municipio Baranoa (Atlántico).

Los restos mortales de la mujer, de 26 años, y del pequeño, de 5 años, fueron reclamados la noche del miércoles 6 de enero por familiares de ella, que los trasladaron a la capital del país.

No obstante, los restos mortales del presunto uxoricida, quien tenía 45 años, se encontraban en una situación distinta.

El cuerpo del auxiliar de vuelo, debido a su avanzado estado descomposición y a que no había sido reclamado por sus familiares, fue sepultado el domingo 12 de enero en una bóveda de bioseguridad en el cementerio de Baranoa.

Allí reposó hasta el martes, cuando familiares los reclamaron ante Medicina legal y retiraron a las 4 de la tarde, indicó una fuente a este medio. Fueron 15 días los que el cuerpo de Garrido Molina estuvo en Baranoa.

Los restos del azafato, nacido en Barranquilla y quien además tenía denuncias por estafa como EL HERALDO lo informó en su última edición dominical, fueron trasladados hacia un camposanto en Barranquilla, en donde la familia le brindó una religiosa sepultura.