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El 12 de octubre de 2007 el afamado estilista Lino Fernando Andrade fue asesinado en su apartamento en el norte de Barranquilla. Dos puñaladas en el corazón acabaron con la vida de uno de los mejores de ese campo en el país. Hasta el día de hoy su muerte sigue en la impunidad.

La Guajira, principio de los años 70

Aura Herrera llegó a La Guajira a principio de los años 70 en busca de mejor vida, venía desde Cali junto a Lino Fernando Andrade, su hijo de 7 años. Para un niño de esa edad fue fácil adaptarse a los cambios, y desde temprana edad demostró que era un guerrero de la vida. Ayudaba a la manutención de su casa vendiendo periódicos. Pero La Guajira de aquellos años era un lugar hostil. En su adolescencia la Bonanza Marimbera estaba en pleno furor, época en la que el estilista en ciernes vivió años de censura. Visiblemente afeminado, el joven era la comidilla y la burla de una sociedad que no toleraba las maneras delicadas en ningún varón. Apodado como ‘la Caleña’, Lino era por entonces un muchacho flacuchento y nada agraciado. Los insultos que los machos guajiros le gritaban a su paso eran constantes. Alguna vez uno de estos sujetos llamó a Lino desde su flamante camioneta solo para propinarle un puñetazo en la cara. La situación se hizo insoportable cuando en Riohacha empezaron a circular panfletos en los que se amenazaba a todos los ‘desviados’ de la región, y se les instaba a abandonar lo más pronto ese territorio de hombres rudos que supuestamente era La Guajira.

Barranquilla, años 80

Lidia Camargo, una dama guajira que vivía en la ciudad, fue la protectora de Lino Fernando en su exilio. Aquí Andrade encontró trabajo y un refugio seguro. Algo tenía claro al llegar a Barranquilla: convertirse en el mejor estilista del que se hubiera tenido noticia. El camino sería largo, y el primer escalón hacia la posteridad lo subiría al lado de la reconocida maquilladora Magali Vergara. En los años que siguieron, Lino Fernando haría escuela en las más reconocidas peluquerías de aquel entonces como Shampoo, Mr Gatsby, Al pelo, entre otras. Enseñanzas que compartió al lado de leyendas de la belleza como Darío Núñez, Víctor Estrada, Gustavo Charris, y John Pantoja. Así lo recuerda su colega Darío Nuñez: 'Era un maestro de la belleza, un hombre adelantado a su tiempo, a pesar de su origen caleño, Lino representaba la costeñidad, el Carnaval, la alegría desbocada'.

Una mujer con clase

La leyenda cuenta que antes que las Miss Atlántico lucieran sus trajes de gala en la velada de elección y coronación del Reinado nacional de la belleza, ya Lino Fernando los había utilizado en algún bar gay, Troya o Baco, los más populares de aquellos años. Su cercanía con el diseñador Alfredo Barraza le permitía a Lino, o mejor, a ‘Rosa Paulina’, su alter ego travesti, contar con los más exquisitos ajuares a la hora de alguna presentación, un reinado o un show de doblete. 'Que si no fui bella, sí la más elegante', solía decir Lino cuando en compañía de su entrañable amigo Alberto Correa, más conocido como ‘Mariluchi’, eran las reinas de la noche gay barranquillera. ‘Rosa Paulina’ era lo que Lino siempre deseó ser, ella representaba sus fantasías, sus ganas de ascender socialmente.

La corona hace a la reina

Trabajar rodeado de reinas era algo habitual en la vida de Lino Fernando. Fue el más asediado de los concursos de belleza. Pero el estilista un día pasó de ser el que arregla a la reina para convertirse él en su propia majestad. En 1989 se convierte en reina del Carnaval Gay, cuando este apenas era un incipiente movimiento que con Lino logró llamar la atención de las autoridades locales. Se atrevió a solicitarle a la esposa del alcalde de entonces protección policial para su recorrido por las calles barranquilleras. La vida no podía ser mejor, la década de los 90 representaron para Lino Fernando su posicionamiento a nivel nacional como uno de los más destacados en su área. Viajes al exterior, galas inolvidables al lado de famosos personajes de la farándula, cenas privadas, todo aquello que en su niñez se le negó, ahora lo tenía con solo estirar la mano, pero la felicidad no duraría mucho. A comienzos de siglo le diagnosticaron una enfermedad que lo sumió en una profunda depresión que casi acaba con su vida.

De eso no se habla

Fuera de las luces y los reflectores, en la intimidad, todos guardamos un secreto. El de Lino Fernando era uno de esos secretos que todos saben y nadie calla. Ya no era su enfermedad el chisme de moda en aquel entonces, si no su conducta, una filia que para muchos era aborrecible. El famoso estilista, el respetado hombre de la belleza y el glamour, tenía una pasión inconfesable: le gustaba rodearse de chicos de bajísimos estratos sociales, a quienes bañaba, perfumaba, y acicalaba para convertirlos por breves momentos en todos unos caballeros de sociedad. Para él era brindarles la posibilidad de que salieran de su miseria, así fuera por unos instantes, y que pudieran saber cómo se sentía ser alguien digno de halagos una vez en sus vidas. Lino buscaba también el amor, el abrazo fugaz, el beso esquivo, y con un estigma en su frente era inevitable no pagar un alto precio por aquel instante de felicidad. El 12 de octubre de 2007 Lino Fernando Andrade Herrera murió de dos puñaladas en el corazón, tuvo fuerzas para abrir la puerta de su apartamento y pedir ayuda. Lo trasladaron en una ambulancia, expiró sobre una camilla de la Clínica General del Norte, quizá en esos últimos segundos de su provechosa vida le fue revelado el más terrible de los secretos: la materia irreal de la que la belleza está hecha. Según las autoridades su muerte se debió a una venganza, otras hipótesis manejan el tema de un robo, lo cierto es que ya Lino no está con nosotros y su muerte sigue sumida en la impunidad absoluta.