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Los sueños que tenía Kevin Andrés Jaraba Gutiérrez de grabar sus líricas raperas y de montar un estudio de grabación se los robó la boca del cañón que escupió las cinco balas que acabaron con su vida a las 9:00 p.m. del pasado miércoles.

Suenan los disparos de un glock que nunca se encasquilló / ya tiene los ‘chulos’ dentro de su interior/ indiferencia contra el menor que saca el 38 y la sien ya te voló… Así rezan apartes de una de las canciones escritas por Jaraba, unos versos que ilustran un poco esa especie de juego que termina por engullirlos arrastrarlos.

Esta historia de sangre y muerte se ha convertido en una especie de canción repetida e inconclusa que pareciera perseguir y atrapar a estos jóvenes que se sumergen en un mundo acechado por la violencia, las rencillas entre clanes, las nefastas fronteras invisibles y el lenguaje que valida y dignifica las armas.

A la salida del colegio. A Perro Loco, como le decían sus más allegados o Mad Dog, el nombre artístico que escogió este joven rapero de 18 años, aficionado al fútbol, los videojuegos y a la cultura hip hop, lo sorprendió la muerte mientras regresaba del colegio Jorge Abello donde a cuenta de un pacto al que llegó con su madre estaba validando el bachillerato.

Lubys Gutiérrez, la madre de Jaraba, afirmó que su hijo le habría comentado que sobre su vida se cernían algunas amenazas. 'Él me contó que un tipo de los Kuervos lo había amenazado de muerte' dijo la madre en medio de un inconsolable llanto en la entrada de Medicina Legal donde ayer tramitaba le entrega del cuerpo de su hijo.

Según contaron algunos familiares, la muerte lo acechó a bordo de un auto donde su asesinó logró ubicarlo a la altura de la calle 53C entre carreras 26 y 26B del barrio San Isidro, justo a dos cuadras de su lugar de residencia.

Kevin Andrés Jaraba Gutiérrez.

El sonido de la muerte. Lo último que escuchó Perro Loco y esta vez no se trató del intro de una canción gangsta rap, fue el estruendo ocasionado por los disparos mortales de los cuales cuatro terminarían alojándose en su espalda y uno en el maxilar.

'Dicen que le dispararon desde un carro y que él estaba acompañado por tres amigos que hoy no dan la cara. A mí me avisó un vecino y fuimos donde lo habían baleado pero ya se lo habían llevado para el Cari. En la puerta ayudé a montarlo en la camilla pero él ya estaba inconsciente. A los 15 minutos nos dijeron que había muerto', relató Daniel Galezzo, hermano del joven asesinado, los dramáticos momentos cuando le tocó sostener a su hermano entre sus brazos mientras la vida lo abandonaba sin remedio.

'Él era hincha y normal de esos que van al estadio y conocía a unos pelaos del Frente Rojiblanco pero no era barrista. Sé que con algunos de sus amigos de la Ciudadela habían tenido problemas con gente de los Kuervos y ahí se ganó algunos enemigos', contó Esteven Navarro, amigo de Jaraba.

El corazón de una madre no miente. Dice su madre que a ella esta vez el instinto maternal le falló ya que desde hacía una semana sentía un extraño frío en el pecho y un dolor como dentro del corazón que le quería avisar que una tragedia estaba rondando su familia.

'No sé qué pasó pero no me imaginé que era con él. Pensé que de pronto le iba pasar algo a mi nieta que está por nacer, otra cosa, pero no pensé que era con Kevin porque eso se hubiera podido evitar', afirmó antes de que un llanto incontrolable se apoderada de su cuerpo.

El coronel Edgar Muñoz, sub comandante de la Policía Metropolitana, explicó contrario a lo que aducen sus familiares Jaraba fue abordado por dos sujetos que se movilizaban a pie y luego de dispararle subieron a un taxi donde se dieron a la fuga. Muñoz negó conocer las su puestas amenazas que denuncia la familia de Jaraba.

'No se ha registrado ninguna información adicional sobre amenazas ni ninguna denuncia. Ayer se realizó un plan de control de taxis y de motos y hoy seguimos con la investigación como tal', afirmó el coronel Muñoz.

La premonición. Como si se tuviera claro que la muerte le estaba acechando, el pasado 17 de enero en una actualización de su muro en la red social Facebook, el rapero escribió unos versos donde hablaba sobre su posible e inminente muerte y alude de forma inexplicable a un homicidio del que sería víctima al tiempo que deja unas instrucciones especificas sobre cómo y dónde quería que ría que le dieran el último adiós.

'Se habla de un homicidio y que no hubo testigos, si un día a mí me toca no me lloren mis amigos/ recen por la amistad que un día tuvimos y brinden con Old Parr y botellas de vino/ Quiero que mi recuerdo en sus mentes quede vivo/ como el de la old school que convivió en su caserío / No lloren en mi tumba préndanme un ‘porrito’ y miren hacia el cielo y digan tú sigues vivo/ todas esas locuras que entre convives vivimos, los verdaderos panas que estuvieron ahí contigo en buenas y malas sin miedo a las balas / No me sepulten lejos/ cerquita de mi casa en ese cementerio que es llamado Calancala'.

En estos premonitorios y duros versos, Jaraba se despacha en una especie de profecía de su propio final, ya que hasta el momento no aparecen testigos de su asesinato, tal como lo vaticinó en el texto anterior .

Otra de las extrañas casualidades fue que madre ayer le confesó a este medio, sin siquiera conocer sobre este escrito, que pensaba darle cristiana sepultura en el cementerio Calancala.

Esas mismas balas a las que les compuso versos y a las que desafió sin temor alguno en sus canciones, son hoy el motivo porque el que de los ojos de su madre brotan lágrimas de ausencia.