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La cárcel de Santo Domingo de los Tsáchilas, en el centro norte de Ecuador, aún no se recupera del baño de sangre que vivió en la madrugada del lunes, cuando 44 presos fueron masacrados y asesinados en un enfrentamiento entre bandas rivales, mientras que otros 70 siguen fugados.

Hasta el mediodía de este martes, apenas se habían podido identificar 21 de los 44 cadáveres que dejó esta matanza, la última de una serie de sanguinarios motines que se han cobrado la vida de más de 400 reclusos desde 2020, 63 de ellos solo en este 2022.

Desde primera hora de la mañana, los familiares de las víctimas se agolpaban en la puerta de la morgue de Santo Domingo para tratar de reconocer los restos de sus parientes, en medio de duras escenas de llantos y dolor, según pudo presenciar Efe.

Mientras, las fuerzas de seguridad lograron recapturar este martes a otros 38 presos que se habían escapado durante el amotinamiento, con lo que son ya son 150 reclusos atrapados de los 220 que se fugaron, pero aún 70 permanecen en paradero desconocido.

Esta última masacre ha abierto en el país una profunda polémica sobre las causas que desencadenaron la extrema violencia dentro de esta cárcel, ubicada unos 150 kilómetros al oeste de Quito.